viernes, 23 de abril de 2010

Capítulo Veintiuno

Bill siempre dio crédito, en lo que respecta a la conferenica, al depositario no alcohólico Bernand Smith, a quien señaló como "l arquitecto de la Conferenica de Servicios Generales"" Smith fue quien finalmente se las arregló para convencer a los otros depositarios de lo correcto de la idea de Bill y para que, lentamente, empezaran a cambiar su mentalidad.
Finalmente, ahora en la reuni?`on de otoño de 1950, los depositarios apoyaron el plan de la conferencia y autorizaron a Billa proceder con él. Depsués de más de cuatro años de discusiones, disputas, conflictos y memorándums - cuatro años que incluyeron las renuncias de tres depositarios - Bill empezó a elaborar los detalles del plan. El mismo no sabía exactamente cómo funcionaría.
Al empezar su tarea, continaumete recordaba para sí mismo las objeciones a la conferencia; no era de los que deja de tener en cuenta los sentimientos de los dmeás y por eso intentaba, en los datlles del plan, compensar todas las objeciones que podía.
La primera y más vehemente de éstas había sido el costo de efectuar una conferencia así. con el número de miembros ahora en seis cifras (en 1951, los registros mostraron 111,765 miembros y 4,052 grupos), esta objeción ya no tenía mucha validez; el gasto podía ser absorbido con facilidad. "Incluso, si la inversión pudiera ser de 20,000 dólares al año, esto correspondería sólo a unos cuantos centavos adicionales por cada miembro de A.A. y bien valía la pena", dijo Bill.
De la manera que la conferencia se desarrollara, tenía que reflejar las Tradiciones; por tanto, había que evitar beligerancias políticas. Esa posibilidad ha?bia sido una de las principales objeciones de muchos que se habían opuesto a la conferencia, temienod que pudiera ofrecer una oportunidad para la creación de facciones políticas, para intrihgas, formación de corrilos en que se discutiera y para la defensa de los intereses de grupitos.
Bernard B. Smith, depositario desde 1944 hasta 1956, influó en la decisión de efectuar la Primera Conferencia de Servicios Generales.
En esa época, 1950-51, había 48 estdos en E.U.A. y en Canadá diez provincias. en el plan original de Bill, a cada estado y cada provincia se le asignaba un delegado, aunque las áreas con mucha población de A.A. podían tener representación adicional. Para dar continuidad a la conferenica, el cuerpo de delegados se dividiría en dos secciones, una de ellas numerada non, Sección I, elegida para dos años, se invita?ria para el primero, que sería en 1951. La Sección 2, tendría cabida en 1952; a partir de ahí, anualmente se eligiría una sección y se retiraría otra. Así, la conferencia rotaría y, además, mantendría la continuuidad.
Bill quería que los delegados fueran verdaderos representatnes de sus áreas, pero también quería evitar la "acalorada contienda de la elección cerrada, que casi siempre dejaba tras de sí una grande y descontenta minoría". El problema de cómo se iban a elegir los delegados causaba perplejidad; la solución fue proporcionar papeletas escritas para ser consideradas y requerir que cualquier candidato eindividual recibiera una mayoría que cualquier candidato individual recibiera una mayoría de las dos terceras partes de los votos para ser electo. En el cao de que hubiera varios fuertes contendientes y ninguno de ellos obtuviera una
mayoría de las dos terceras partes de los votos, los nombres de los que más tuvieran se colocarían en un sombrero y el ganador sería elegido por sorteo.
El siguiente problema era qué tanta autoridad retendría la conferencia. Nada menos que la autoridad verdadera serviría realmente al propósito, tanto de la conferencia como de la Fraternidad. Por tanto ycon un carácter tentativo, se hizo esta limitación a la autoridad de los delegados: Mediante las dos terceras parte de la votación, los delegados podrían emitir "directias categóricas" a los depositarios e, incluso, con una simple mayoría podrían emitir "fuertes sugerencias" a los mismos. (Bill explicó que esas sugerencias podían ser muy poderosas, porque si no se llevaran a cabo, la mayoría descontenta podría regresar a casa y hacer que se suspendieran las aportaciones a las oficinas centrales).
Los depositarios estipularon que la conferencia de srvicio tendría un ensayo probatorio de cinco años.
Junto con un plan temporal para financiar la operación, todas estas ideas y sugerencias para su mejor puesta en práctica, se incorporaron a un folleto llamado "El Tercer Legado", reunidas por Bill con la ayuda de Helen B., del personal de la oficina.
La idea de Bill consistía en que el Primer Legado, de los cofundadores para Alcohólicos Anónimos, era la Recuperación, contenida en el Libro Grande, en los Paos y en el trabajo de Duodécimo Paso de persona a persona.
El Segundo Legado para Alcohólicos Anónimos era la Unidad. De ella se había dado cuenta Bill cuando manifestó: "Juntos podemos hacer lo que no podemos solos"; era vital que A.A. permaneciera unido. Para asegurar la unidad de A.A., Bill había escrito las Doce Tradiciones.
Y ahora, con su tendencia al simoblismo, había inventado un tercer término para hacer que fueran tres los Legados de A.A. El Tercer Legado era - ¿qué otra cosa podría ser? - el Servicio. La conferencia de servicios generales sería el medio mediante el caul la Fraternidad permanecería autónomoa, funcionando por medio de un instrumento de autogobierno verdaderamente democrático, representacional, elegido.
El Tercer Legado, conforme lo definió Bill: ". . . un servicio de A.A. es cualquier cosa que nos ayude a llegar hasta el hermano que sufre, variando desde el Duodécimo Paso en sí mismo hasta la moneda que vale una llamada telefónica y una taza de café, y hasta la Oficina de Servicios Generales de A.A. para la acción nacional e internacional. La suma total de todos estos servicios es nuestro Tercer Legado de Servicio".
Se imprimieron y distribuyeron a los grupos cincuenta mil folletos del "Tercer Legado", y enetonces se les pidió que formaran asambleas para
la elección de miembros para el comité y delegados. Bill emepezó a recorrer el país para el plan del Tercer Legado, hablando a grupos grandes y observando a las asamableas seleccionar a sus delegados en más de dos docenas de estados y provincias. Cuando los veteranos de Boston, después de examinar el plan en todos sus aspectos, predijeron que la conferencia funcionaría, Bill se sintió muy confortado, "ya que estos individuos de Boston sabían de política como pocos del resto de nosotros".
Bill había desarrollado un formato para sus pláticas al que por lo general se apegaba, ya fuera hablando en grupos de A.A. o a no A.As. Se remontaba al mismo principio narrando la ahora familiar "historia para irse a la cama": su propia manera de beber, su "hot flash", su recuperación y cómo nació y creció A.A. Sus pláticas del Tercer Legado combinaban este formato con su nuevo asunto, el plan de la conferencia y cómo había previsto que funcionaría y, algunas veces, hablaba durante dos horas.
Mel B. recuerda una de esas pláticas:
"Fue en una noche helada de enero o febrero, pero creo que hubiera caminado los 40 kms. hasta Detroit, para escuchar a Bill Wilson. Esperaba que fuera una persona deslumbradora, de aproximadamente diez pies de alto y que expresaba verdades [tan] profundas que todos nosotros tendríamos una experiencia espiritual, justo en ese momento. Me desilusioné de que llegara al estrado dando zancadas y se hundiera en un sillón de una manera más bien poco ceremoniosa. Había esperado que su plática fuera de una oratoria deslumbrante, que nos hubiera dejado envueltos en llas. Su voz era lenta y nasal, y aparentemente tenía catarro. Era más humano de lo que yo quería que fuera.
Pero la multitud de Detroit la componía más de mil y los miembros estuvieron tan interesados en el mensaje de Bill, que nadie salió del edificio cuando después de una hora Bill pidió un receso para fumar un cigarrillo.
Hubo una lógica perfecta en todo lo que expresó, aunque recurdo haber sentido que Bill estaba excesivamente inquieto acerca del fututo de A.A. Como muchos miembros, yo tenía por descontado nuestro éxito y en realidad no veía la necesidad de una conferencia de servicios generales, pero estaba dispuesto a aceptar la idea, sencillamente porque Bill Wilson afirmó que era algo bueno".
Chuck C., de Los Angeles, recuerda que los miembros de ahí no estaban más interesados en el Tercer Legado, "de lo que estaban en que aprendiera a hablar un cerdo". Para ellos, sólo era organización y eso, ¿qué tenía que ver con permanecer sobrio?
Si Bill hubiera oído el comentario podría haber hecho un chiste, pero probablemente lo hubiera deprimido. El mismo era un porducto de una
sociedad "parlamentaria", se impacientaba cuando la gente no ejercía sus opiniones políticas. También se daba cuenta que la apatía y la indiferencia eran amenazadas para Alcohólicos Anónimos.
En abril de 1951, pocos meses después de que Bill terminara su viaje de pláticas, se reunió en la Ciudad de Nueva York, la Primera Conferencia de Servicios Generales; su tema, elegido por Bill, fue: "No para gobernar, sino para Servir". Asistieron 35 delegados de la primera sección y sus reuniones generales se efectuaron en el Hotel Commodore. (La Conferencia de Servicios Generales de EE.UU./Canadá todavía se reúne cada mes de abil, en la Ciudad de Nueva York, con mayor frecuencia en el Hotel Roosevelt). Bill se sintió gratificado al notar que, alrededor de la tercera parte de los delegados eran verdaderos veteranos, y el resto eran miembros activos sobrios de cuatro a ocho años. Lo mejor de todo, se sintió animado porque la mayor parte de ellos había sido elegidos por las dos terceras partes de los votos de acuerdo a lo estipulado; sólo unos pocos ha?bian tenido que "ir al sombrero".
De la Primera Conferencia de Servicios Generales, recordó Bill: "Todos sentimos que estaba sucediendo algo trascendental, que éste era un mometno histórico.
. . . Los delegados inspeccionaron las finanzas de A.A. y escucharon los informes del consejo de depositarios y de todos los serviicos. Hubo un acalorado, pero cordial, debate sobre muchas cuestiones de la política de A.A. Los depositarios sometieron a la Conferencia varios de sus propios problemas graves. Con verdadera porntitud los delegados manejaron varios arduos rompezabezas acerca de los cuales estábamos en duda en las oficinas centrales. Aunque su consejo algunas veces fue contrario a nuestros punto s de vista, vimos que con frecuencia tenían razón. Como nunca antes, estaban probando que era correcta la Segunda Tradición; nuestra conciencia de grupo podía actuar sin riesgo como la única autoridad y segura guía para Alcohólicos Anónimos. Al retirarse a casa los delegados, se llevaron con ellos esta profunda convicción.
Por ejemplo, en su primera sesión, la Conferencia había sugerido que la Fundación Alcohólica debía cambiar ese nombre por el de Consejo de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos . . . En sus mentes, la palabra 'Fundaicón' quería decir caridad, paternalismo y quizá dinero en grande. Lo que había sido bueno para nuestra infancia no lo ser??ia para nuestro futuro". 1 El éxito de la Conferencia de 1951 y la promesa que ofrecía para la continua unidad de la Fraternidad, fueron tributos a la persistencia y previsión de Bill. En ese mismo año, rechazó dos menciones honoríficas que le ofrecieron, como individuo, por organizaciones fuera de A.A.
En enero, fue nominado para la inclusión en "Who is Who in América" (Quién es quién en Estados Unidos). Rehusó la nominacion, rechazando
estar en la lista (con anterioridad, su madre también había rehusado una invitación).
En el verano, se le ofreció el premio Lasker. Establecido en 1946 por la Fundación Albert y Marty Lasker y administrado por la Asociación Estadounidense de la Salud Pública, el premio honraba los logros excepcionales en el campo de la investigación médica y la administración de la salud pública. Los que lo recibieron previamente fueron científicos, líderes de la salud pública y grupos médicos. Ahora se lo proponían a Bill.
La respuesta de Bill fue rehusar el premio para sí mismo, como persona, pero sugirió que se le diera a Alcohólicos Anónimos como un tod. La Fundación Lasker respondió favorablemente (reacción que es probable que Bill tuviera en mente cuando con posterioridad hizo la misma sugerencia en el asunto del grado de Yale). Los depositarios de A.A., en su reunión de julio, votaron aceptando el premio (auqnue no el donativo de 1,000 dólares), sujeto a la aprobación de los delegados de la Conferencia de Servicios Generales. Al solicitar a éstos su votación por correro, se manifestaron abrumadoramente a favor. Bernard Smith, presidente del consejo de depositarios, fue designado para aceptarlo por A.A., en la ceremonia de entrega de premios, en octubre, en San Francisco. Bill también daría las gracias brevemente, no como un cofundador, sino como uno de los miembros antiguos. (La estatuilla y la mención están ahora en los archivos de la Oficina de Servicios Generales en Nueva York).

No hay comentarios:

Publicar un comentario