sábado, 24 de abril de 2010

Capítulo Seis

La duda hizo ahora su inevitable aparición, la experiencia había sido demasiado hermosa. Bill empezó a temer que hubiera estado alucinando y llamó al Dr. Silkworth.
Silkworth se sentó pacientemente al lado de la cama mientras Bill le decía lo que había sucedido. "Todo había sido tan increíble, que todavía temía transmitir el pleno impacto de ello", recordó Bill, "pero los hechos esenciales, suavizándolos en cierta manera, emocionalmente, se los relaté". Finalmente Bill hizo la pregunta que le estaba molestando en su mente: "Doctor, ¿esto es real? ¿Todavía estoy completamente cuerdo?".
Bill agradeció siempre a Silkworth la respuesta: "Sí, mi muchacho estás cuerdo, completamente cuerdo, según mi juicio. Has sido sujeto de alguna gran vivencia psíquica, algo que yo no comprendo. En los libros he leído de cosas así, pero nunca he visto antes una por mí mismo. Has tenido una especie de conversión espiritual. Sea la que fuera la experiencia", dijo, "ya eres un individuo diferente, así que, mi muchacho, mejor te aferras a lo que tienes ahora; es mucho mejor a lo que tenías hace sólo un par de horas".
Viniendo de Silkworth, ahora una figura central en la vida de Bill, esta evaluación significaba todo. Puso la garantía en la experiencia de Bill, haciéndole aceptable para la parte de su mente, que había discutido por mucho tiempo y arduamente, contra la idea de Dios.
Ebby, que llegó a verlo al tercer día, no estaba del todo preparado para la descripción de Bill sobre lo que le había sucedido; él no había visto luces brillantes ni estado de pie en la cumbre de una montaña, pero llevó a Bill un libro que le ofreció una clarificación más amplia. Era "Las variedades de la Experiencia Religiosa", de William James; Ebby no la había leído, pero se lo habían recomendado los miembros del Grupo Oxford.
Bill dijo que empezó a leerlo, al momento que Ebby se fue, y era difícil seguirlo. James, un profesor de Harvard y padre fundador de la psicología estadounidense, había hecho un análisis detallado de un amplio número de experiencias religiosas de conversión. El material había sido desarrollado, en primer lugar, para la serie de Conferencias de Gifford, en Edimburgo, en 1901 y 1902. "Tenía una percepción del
tipo más agudo, acompañada de una comprensión humanitaria", recordó Bill. El objetivo de James era mostrar que estas experiencias de conversión tenían validez y valor.
Conforme lo leía Bill, sus propios poderes de razonamiento le ayudaron a extraer algunas ideas importantes del denso e intrincado texto. Vio que todos los casos descritos por James tenían ciertos denominadores comunes, a pesar de las diversas formas en que se habían manifestado. Para Bill, estas percepciones llegaron a ser importantes para pensar acerca de la situación del alcohólico y de su necesidad de ayuda espiritual. (Posteriormente diría que James, a pesar de llevar largo tiempo en la tumba, había sido un fundador de Alcohólicos Anónimos). De los tres denominadores comunes en las historias de los casos, el primero era la calamidad; cada una de las personas descritas por James había enfrentado la derrota completa en alguna área vital de su vida; todos los recursos humanos habían fracasado para resolver sus problemas; cada una de las personas había estado completamente desesperada.
El siguiente punto común era la admisión de la derrota. Cada uno de los individuos reconocía su propia derrota como completa y absoluta.
El tercer denominador común era recurrir a un Poder superior. Este grito pidiendo ayuda podía tomar muchas formas y podría ser o no ser en términos religiosos.
Las respuestas variaban de la misma manera. Algunos tenían experiencias relampagueantes, como la de San Pablo en el camino de Damasco; otros tenían experiencias de transformación lenta, gradual. Sin embargo, cualquier afuera el tipo de la experiencia, llevaba al sufriente a un nuevo estado de conciencias y así abría el camino para la liberación de los viejos problemas.
Así como Silkworth le dio a Bill la información que necesitaba para comprender su propio alcoholismo, James le dio el material que necesitaba para comprender lo que acababa de sucederle, y también lo hizo en una forma que era aceptable para Bill. Bill Wilson, el alcohólico, ahora tenía ratificada su experiencia por un profesor de Harvard, que algunos consideraban como el padre de la psicología estadounidense.
¿Cómo respondió Lois a su nueva condición? Cuando llegó a casa y encontró su nota diciendo que se había ido de nuevo al Towns, se enojó. ¿Quién iba a pagar la cuenta? ¿Qué bien le haría, de cualquier manera? Se emborracharía al minuto de salir. Esos fueron sus pensamientos, cuando iba en el metro hacia el Towns.
Sus preguntas tuvieron respuesta dijo, al momento de verlo. "Supe que algo abrumador sucedió", recordó. "Sus ojos estaban llenos de luz. todo su ser expresaba esperanza y alegría. A partir de ese momento compartí su confianza en el futuro".
Y, por fin, sí tenían un futuro. era un final maravilloso a un año aciago, un año en el que Bill había estado hospitalizado cuatro veces. La depresión continuaba todavía, la carrera de Bill estaba en ruinas, ni siquiera sabían de cierto cuánto tiempo podrían seguir en ruinas, ni siquiera sabían de cierto cuánto tiempo podrían seguir viviendo en Clinton Street, pero Bill y Lois estaban inspirados profundamente por el respeto a la nueva idea poderosa, que había cambiado sus vidas en una fracción de segundo.
Incluso, mientras permanecía el éxtasis de su experiencia en la cumbre de la montaña, Bill reflexionaba acerca del por qué había recibido un regalo así de la gracia, por qué había sido liberado, cuando incontables sufrimientos antes que él "igual de deteriorados, se volvieron locos y finalmente murieron. La diferencia entre estos casos y el mí residía en la relación con mi amigo Ebby, que él mismo fue una vez un alcohólico sin esperanza; como un individuo que sufría, sí podía identificarse conmigo y así lo hizo, como ninguna otra persona pudo hacerlo. Como un residente reciente en el extraño mundo del alcoholismo, podía en el recuerdo volver a entrar y permanecer a mi lado en la cueva en donde estaba, mientras que todos los demás tenían que permanecer en el exterior mirando hacia adentro; pero él pudo entrar, tomarme de la mano y confiadamente guiarme hacia fuera". Lo que es más, expresó Bill: "El era la prueba viviente de todo lo que había proclamado. Nada teórico ni de segunda mano al respecto".
Reflexionando, Bill se dio cuenta de que un vasto número de alcohólicos podía recuperarse al aceptar las mismas ideas que Silky y Ebby le habían transmitido. Empezó a pensar acerca de un movimiento de alcohólicos recuperados que ayudaría a otros alcohólicos. 1
"En este punto mi entusiasmo llegó a no tener límites. Podría ponerse en movimiento una reacción en cadena, formando una fraternidad siempre creciente de alcohólicos, cuya misión sería visitar las cuevas de otros sufrientes más y llevarlos hacia la libertad. Al dedicarse cada uno a llevarle el mensaje a otro y, los que sean liberados, a otros más; una sociedad así podría crecer piramidalmente hasta proporciones tremendas, porque podían llegar hasta cada uno de los alcohólicos en el mundo, capaces de ser lo suficientemente honestos para admitir su propia derrota". Palabras visionarias y proféticas.
Su mente funcionaba de esa manera; podía captar el potencial de una idea que a otros les parecía insignificante. En Wall Street había mostrado consistentemente su capacidad para mirar el futuro, para ver oportunidades de crecimiento en situaciones aparentemente ordinarias. Tenía una mente e imaginación de hombre de negocios; le estimulaba el reto de desarrollar lo que era nuevo y diferente.
A estos atributos se sumaba ahora el lado espiritual de la naturaleza de Bill; siempre generoso, quería ayudar a que otros recibieran lo que a él le había dado de una manera tan gratuita. Se podría decir que las mejores cualidades de los Griffith - perseverancia, imaginación,
capacidad para hacer innovaciones - combinadas ahora con las mejores cualidades de los Wilson - inquietos, amigos de la compañía, humanitarios y generosos - para formar la ambición más noble de William Griffith Wilson.
Después de que Bill fue dado de alta del Towns el 18 de diciembre, Lois y él empezaron a asistir a las reuniones del Grupo Oxford, en la casa del Calvario, anexa a la Iglesia Episcopal del Calvario. El rector, el Dr. Shoemaker, era una figura destacada del Grupo Oxford. Con el tiempo, Bill llegaría a considerar a este hombre como uno de sus amigos personales más íntimos.
Las cosas empezaron bien para los Wilson. En las reuniones del Grupo Oxford encontraron la clase de entusiasmo y amistad que Bill describió como "maná del cielo". (Lois y él, probablemente, estaban experimentando lo que muchos de los alcohólicos enfermos de hoy y sus esposas, cuando llegan a Alcohólicos Anónimos por primera vez: calor, auxilio y una sensación de que por fin "salieron del frío"). Les impresionó e inspiró el éxito del Grupo Oxford para ayudar a que la gente cambiara sus vidas. "En la tribuna y fuera de ella, hombres y mujeres, viejos y jóvenes, narraban cómo se habían transformando sus vidas", recordó Bill.
La pareció a Bill que en el Grupo Oxford casi no existían las barreras sociales, de clase y raciales, e incluso las diferencias religiosas se habían olvidado. "Se oía poco de teología, pero oíamos mucho de honestidad absoluta, pureza absoluta, desinterés absoluto y amor absoluto", los cuatro principios del Grupo Oxford. "La confesión, la restitución y la guía directa de Dios, subrayaban todas las conversaciones. Siempre estaban hablando sobre moralidad y espiritualidad, así como de estar centrados en dios, en lugar de estar centrados en uno mismo".
Así es como Bill resumió el origen y el primer crecimiento del grupo:
"El Grupo Oxford era un movimiento evangélico no denominacional, simplificado para el mundo y así a la altura de su éxito muy considerable. El ministro luterano, Dr. Frank Bucheman, lo había fundado diez o doce años antes. entre sus primeros conversos estuvieron el Dr. Sam Shoemaker y otro clérigo, Sherry Day. Se pusieron de acuerdo en denominadores comunes sencillos, de todas las religiones, que fueran lo suficientemente potentes para cambiar las vidas de hombres y mujeres. Tenían la esperanza de iniciar una reacción en cadena: una persona llevando a otra la buena nueva; su objetivo sería la conversación, ya que todos, como lo dijeron, necesitábamos cambiar. Habían hecho su primer intento en el campus de Princeton entre los estudiantes.
Estando de acuerdo con James en el Nuevo Testamento, pensaron que las personas debían de confesar sus pecados 'uno al otro'. 2 Subrayando fuertemente esta clase de limpieza personal de la casa, llamaron al
proceso 'compartir'. No sólo se confesaban las cosas, sino que había que hacer algo al respecto; por lo general esto tomaba la forma de lo que llamaban restitución, la restauración de las buenas relaciones personales al hacer reparaciones por los daños causados.
También eran muy apasionados de la práctica de la meditación y la oración, cuando menos una hora al día, y dos horas sería mejor. Sentían que cuando la gente empezaba a adherirse a estas altas normas morales, entonces Dios podía entrar y dirigir sus vidas. Bajo estas condiciones, todo individuo podía recibir una guía específica, que podía inspirar todas las decisiones y actos de su vida, grandes o pequeños. A continuación de la meditación y la oración, practicaban lo que llamaban un tiempo de silencio, pidiendo a Dios directivas específicas. Lápiz en mano, escribían lo que llegaba a sus mentes; se podía hacer esto a solas, con su familia o en compañía de un grupo de mentalidades similares al que se llamaba un 'equipo'. Esa forma de vida se recomendaba insistentemente a todos los que llegaban. Era un evangelismo muy dinámico y a veces muy agresivo".
Cuando, en 1931, Rowland H. salió adelante entre estos buenos individuos, el Grupo Oxford había empezado a recibir la atención del mundo. A todos los niveles de la sociedad, la gente estaba interesada en él; el grupo parecía ser capaz de cruzar con facilidad las líneas denominacionales y sociales. El entusiasmo y el poder real de la sociedad eran inmensos. Al principio de su existencia, al movimiento se le llamó la Fraternidad Cristiana del Primer Siglo. (A finales del decenio de 1930, el Dr. Bob, cofundador de A.A., y otros miembros de Akron, continuaron refiriéndose a ella de esa manera). En 1928 se convirtió en el Grupo Oxford, en 1938, se cambio el nombre, por rearmamiento Moral (M.R.A.).
Aunque Bill situó el origen del Grupo Oxford aproximadamente en 1920, la semilla se plantó, en realidad, en 1908 cuando Frand Buchman, nacido en Allentown, Pennsylvania, experimentó una notable transformación espiritual. Buchman, que había estado dirigiendo una casa para niños huérfanos en Filadelfia, renunció después de una amarga disputa con los depositarios. Alimentando sus resentimientos, salió hacia Inglaterra y ahí, en su infelicidad, fue sin propósito determinado a una asamblea religiosa en Keswick, en donde un sermón inspirado de un miembro del Ejército de Salvación le causó un profundo efecto. Su cambio fue tan dramático que se sentó y escribió cartas de reparación a sus depositarios anteriores, un paso que le trajo un gran alivio y alegría. Al compartir su experiencia con otros, pronto empezó a ver el cambio espiritual personal como una manera de sanar al mundo entero.
Buchman trabajó durante un tiempo como secretario de la Y.M.C.A. y, posteriormente, dio conferencias sobre el evangelismo personal en los campus de las universidades. viajó por todo el mundo, y tanto él como la gente que reunió a su alrededor, llevaron el mensaje a países
extranjeros. Sam Shoemaker, el rector de la Iglesia del Calvario, conoció a Buchman en China en 1918.
De acuerdo con Willard Hunter, un asociado cercano, Buchman no era un hombre atractivo físicamente y creía que Dios lo había hecho feo con un propósito. Tenía un talento para atraer e inspirar a otros y una habilidad única para lograr que la gente se abriera al compartir sus propias faltas entre ellos y, con frecuencia, podía sentir lo que estaba causando problemas a otros.
El Rev. Samuel Shoemaker ayudó a conducir a los primeros miembros hacia los principios espirituales contenidos en los Doce Pasos.
Buchman nunca s e interesó específicamente en ayudar a los borrachos; aunque, por ejemplo, en Akron, al Grupo Oxford se le conoció desde sus inicios como un programa que podía funcionar con los borrachos. Pero, como afirmó Buchman: "Soy completamente partidario de que se cambie a los borrachos, pero también tenemos naciones 'borrachas' en nuestras manos". Cuando los Wilson empezaron a ir a las reuniones, el Grupo Oxford estaba en la cumbre de la opinión pública y la noticia.
En aquellos primeros meses de 1935, Bill Wilson predicó el mensaje del Grupo Oxford a cualquiera que lo escuchara. Se pasó largas horas en la Misión del Calvario y en el Towns, en donde el Dr. Silkworth, arriesgando su reputación profesional, dio permiso a Bill para hablar con algunos de los pacientes. "Inflamado de confianza y entusiasmo, perseguí a los alcohólicos mañana, tarde y noche", recordó Bill.
Ni la seducción de Wall Street pudo distraerlo de su nueva cruzada: "Aunque hice unos esfuerzos débiles para conseguir un trabajo, pronto se olvidaron en el frenesí de persecución. Lois prosiguió trabajando en su tienda de departamentos, contenta con mi nueva misión en el mundo". Ella había aceptado el trabajo en Loeser's porque no estaba lejos de Clinton Street. Ahí, los habitantes de la casa aumentaron a tres, ya que Ebby se había cambiado por vez primera, de las varias que lo hizo; finalmente llegó a ser un huésped casi permanente.
En estos primeros meses emocionantes de la recién adquirida sobriedad, Bill no se dio cuenta que, junto con su deseo sincero de ayudar a otros alcohólicos y crear algo nuevo, en él estaba funcionando otra motivación. Mezclada con sus instintos humanitarios y su espiritualidad, estaba la misma ambición que lo impulsaba y que había creado al único fabricante de búmerangs en Vermont. Como lo describió el mismo Bill: "Pronto oí decir que yo iba a arreglar a todos los borrachos del mundo, incluso, aunque en 'porcentaje de bateo' había sido virtualmente nulo durante los últimos 5,000 años. Los del Grupo Oxford lo habían intentado, mayor parte de las veces habían fracasado y se cansaron. De hecho Sam Shoemaker acababa de pasar una racha de mala suerte, había dado albergue a una colección de borrachos en un apartamento cercano a su iglesia y uno de ellos, que se resistía todavía a
al salvación, había lanzado de mal humor un zapato a través del fino cristal de color de la iglesia de Sam.
No era extraño que mis amigos del Grupo Oxford pensaran que mejor debería olvidarme de los borrachos, pero todavía tenía mucha seguridad y no hice caso de su consejo. Mi ímpetu era como el de una máquina impulsada por dos motores, consistente en una parte de espiritualidad genuina y otra de mi viejo deseo de ser el hombre Número Uno. La actitud que adopté no funcionó bien del todo y, después de seis meses, nadie seguía sin beber y créanme que lo intenté con veintenas de ellos. Se despejaban durante un tiempo y luego fracasaban de una manera lamentable. Naturalmente, los del Grupo Oxford perdieron el entusiasmo respecto a mi actitud de enderezar borrachos".
Una experiencia, un domingo en la noche, hizo que Bill sintiera que estaba en el umbral de un descubrimiento verdaderamente importante. Se le pidió que hablara ante una numerosa reunión del Grupo Oxford en la casa del Calvario. "Dije lo que sabía referente al alcoholismo y todo acerca de mi maravillosa experiencia espiritual. Antes de terminar, vi a un hombre en la segunda fila; tenía la cara muy roja y prestando toda su atención, nunca quitó los ojos de mí".
Al momento en que terminó la reunión, el hombre se fue apresuradamente hacia Bill y lo tomó de las solapas. Dijo que también era un alcohólico, un profesor de química que escasamente se las arreglaba para conservar su puesto de maestro. Había llegado al Grupo Oxford a instancias de su esposa, pero que no podía soportar esta palabrería "absurda" acerca de Dios, ni tampoco le gustaba "toda esta gente agresiva que estaba intentando salvar su alma" y, en tanto que no podía aceptar la "excéntrica" experiencia religiosa de Bill, ciertamente estaba de acuerdo con lo que había dicho acerca del alcoholismo.
Bill invitó al hombre, Fred, a unirse a él y a un pequeño grupo de alcohólicos que se reunían en la cercana Cafetería de Stewart después de las reuniones. "Yo estaba loco de alegría, ya que parecía como si fuera un converso seguro", manifestó Bill. "Si hablando desde la tribuna producía resultados como éste, pensé que debía hacerlo con mayor frecuencia. En ese momento decidí que me gustaba hablar en público".
Bill tenía mucho que aprender. Aunque Fred B. llegó a ser un buen amigo, siguió emborrachándose con alternativas, durante 11 años, hasta que finalmente llegó a estar sobrio en el programa de A.A.
Durante los cinco meses primeros de 1935, Bill encontró una tras de otra frustración semejante. En años posteriores, iba a explicar el origen del fracaso debido al método que utilizaba, ya que durante ese período, dijo, estaba predicando a los borrachos. También creía todavía que un alcohólico requería de una experiencia espiritual espectacular, similar a la suya, para poder recuperarse y difícilmente podía ser humilde respecto a la cruzada en la que estaba; no obstante que estaba
consciente que trabajar con otros le daba un tremendo empuje, no se daba cuenta que en realidad necesitaba al alcohólico enfermo.
El Dr. Silkworth fue quien lo ayudó a corregirse; Bill estaba predicando, observó el doctor, y su prédica estaba alejando a los borrachos. Hablando acerca de los principios del Grupo Oxford y de su propia experiencia espiritual; ¿porqué en su lugar no hablar sobre la enfermedad del alcoholismo? ¿Por qué no hablar a sus borrachos respecto a la enfermedad que los condenaba a volverse locos o a morir si continuaban bebiendo? "Viniendo de un alcohólico, un alcohólico hablando con otro alcohólico, quizá ello resquebrajaría a profundidad esos duros egos", subrayó Silkworth; "sólo entonces puedes intentar tu otra medicina, los principios éticos que has encontrado en el Grupo Oxford".
La primera oportunidad de actuar, de acuerdo al consejo del Dr. Silkworth, llegó de una manera extrañamente indirecta. Años antes se había destruido la reputación de Bill en Wall Street y la mayor parte de sus previos asociados de negocios permanecía escéptica respecto a su nueva sobriedad. Pero, un amigo, Howard Tompkins, de la cervecera Beer and Company, estaba impresionado por su recuperación y en diciembre de 1934 le mandó una calurosa carta de ánimo.
Mediante su conexión con Tompkins, Bill se enteró acerca de una pelea de procuración por el control de una pequeña compañía fabricante de maquinaria en Akron, Ohio. De acuerdo con los recuerdos de Bill, se "insinuó" él mismo en esta pelea de procuración y realmente tuvo fantasías de llegar a ser presidente de la compañía, cuando su grupo ganara el control. Hizo un rápido estudio de la compañía de Akron y después, en abril, fue a Ohio a persuadir a los propietarios de acciones descontentos para apoyar el intento de su grupo por asumir el control.
Bill no hubiera podido insinuarse a sí mismo si no hubiera tenido el apoyo, la confianza y la cooperación de sus asociados de negocios. aunque no tenía dinero, sí tenía ventajas de considerable valor para una empresa así; ante todo, la capacidad para captar rápidamente lo esencial de cualquier negocio o industria.
La firma era la National Rubber Machinery Company, constructora de prensas para curar hule y otro equipo utilizado en la fabricación de llantas. fundada en 1909 como Akron Rubber Mold and Machine Company, en 1928 había sido reorganizada y combinada con otras tres compañías que trabajaban líneas relacionadas. Pero la compañía había pasado por dificultades durante la depresión; hubo discrepancias en la administración y entre los accionistas. En las juntas de consejo, los directores disputaban continuamente entre ellos mismos.
En cuanto a Bill, tenía un objetivo que lo consumía: reconstruir su carrera destrozada. En Wall Street, el éxito en la pelea de procuración podía restaurar la confianza en él. La sobriedad y el éxito podría dejar
para siempre la tienda de departamentos. Al llegar esta oportunidad, debe haberle parecido mandada del cielo.
Pero incluso, antes de que Bill abordara el tren del oeste hacia Akron, el grupo rival de la pelea de procuración, encabezado por un hombre llamado Nils Florman, había reclutado un apoyo considerable entre los accionistas de la N.R.M. y estaba intentando convencer a los indecisos administradores de la compañía, a que se le unieran.
Beer and Company tenía un cierto número de procuraciones en sus propias cuentas y entre sus conocidos. Bill y sus asociados se pasaron varias semanas en Akron localizando accionistas y persuadiendo a algunos de los miembros más antiguos de la compañía, a que se les unieran. Conforme continuaba la petición insistente de procuraciones, Bill empezó a sentir la creciente excitación de la victoria en perspectiva; su grupo ya tenía más apoyo entre los accionistas que los administradores o la otra facción que estaba peleando por el control. Cuando brevemente regresó Bill a Nueva York, estaba entusiasmado; después de años de derrota y fracaso, nuevamente se abría de par en par la puerta del éxito, National Rubber Machinery sería el inicio. Todavía podía construir la ilustre carrera que había imaginado años antes, controlando vastas empresas que podría "anejar con extrema seguridad". Después de todo, todavía tenía 39 años.
Casi se había terminado la pelea; Bill y sus asociados estaban confiados en que tenían suficientes procuraciones y bastantes acciones en las cuentas de Beer para tomar el control de la compañía. Una votación rápida, un recuento del resultado y, entonces, en una junta inmediatamente después, organizada con premura, Bill Wilson se convertiría en un funcionario de la nueva administración de la compañía. Finalmente Lois podría dejar su trabajo en Loser's.
Pero el grupo de Florman ejecutó ahora una maniobra que cogió fuera de guardia al equipo de Beer. Al aliarse con la administración, reunieron sus recursos para sumar casi el 60 por ciento de los votos, de los que algunos, claramente, habían sido acciones recién asignadas al grupo de Bill; ¿por qué habían cambiado sus procuraciones algunos accionistas? Fue una situación muy desagradable.
Prometiendo pelear en los juzgados, los asociados de Bill regresaron a Nueva York, dejándolo solo en Akron con el fin de hacer un último intento para salvar la empresa. Tenía poco dinero, pero le prometieron apoyar sus esfuerzos.
Salieron un viernes y Bill se vio frente a un fin de semana solitario, en una ciudad extraña donde acababa de experimentar un desengaño colosal. Tenía tiempo en sus manos y amargura en su corazón; repentinamente el destino se había vuelto contra él. Empezaron a surgir la lástima de sí mismo y el resentimiento; estaba solo; ni siquiera tenía a sus colegas como compañía de fin de semana. A medio día del sábado,
se encontraba paseando de un lado a otro del vestíbulo del Hotel Mayflower, en una agitación extrema, preguntándose cómo pasaría el fin de semana. En el bolsillo tenía alrededor de diez dólares.
Ahora empezó la crisis personal que iba a poner en movimiento una serie de eventos que cambiaron la vida de Bill. A un lado del vestíbulo había un bar y Bill se sintió atraído por él. ¿Debía tomarse uno o dos ginger ales y quizá conseguir una amistad? ¿Qué daño podía haber en eso?
Para casi cualquier otro individuo, ninguno, pero para Bill Wilson, el alcohólico, la idea estaba cargada de peligro. Era un engaño igual al que lo había conducido a beber el Día del Armisticio. Por primera vez en meses, Bill tuvo la sensación de estar en dificultades, que lo llenó de pánico.
En Nueva York, se había conservado sobrio mediante el trabajo con otros borrachos en el Tows y en la Misión del Calvario. El trabajo había sido su protección, le había conservado a salvo; ahora no tenía a nadie. Como posteriormente recordó: "Pensé, 'necesitas a otro alcohólico para hablar con él. ¡Lo necesitas tanto como él te necesita!' ". Este pensamiento fue el que lo condujo al directorio de iglesias al otro extremo del vestíbulo del hotel.
El directorio era una lista de las principales iglesias de Akron y sus ministros; un directorio característico de esa clase puede haber tenido de 30 a 50 hombres. Bill los miró y, completamente al azar, escogió el del Reverendo Walter F. Tunks; no tenía una razón consciente para elegirlo, quizá haya sido porque su expresión favorita de Vermont era: "taking a tunk" (que significa "dar un paseo"); o quizá escogió a Tunks debido a que era un ministro episcopal como Sam Shoemaker. Lois pensó que fue debido a que a Bill le gustaba los nombres curiosos. Cualquiera que haya sido la razón, sin proponérselo, escogió al hombre más poderoso del Grupo Oxford, entre todos los clérigos de Akron.
Con esta elección, Bill logró lo que le gustaba llamar una "chuza". Le pidió ayuda para que lo pusiera en contacto con un borracho con el cual hablar y Tunks nunca vaciló o se detuvo cuando oyó la extraña petición de Bill, nunca se preguntó si era prudente darle a un extraño los nombres de diez personas que podían ayudar directamente a "un borracho".
Bill llamó a todos, sin obtener el nombre de un solo borracho; pero un hombre, Norman Sheppard, conocía a una mujer llamada Henrietta Seiberling e, incluso, sabía de los intentos que ella había hecho para ayudar a cierto amigo. "Tengo que ir a Nueva York esta noche, pero llame a Henrietta Seiberling", le dijo Sheppard.
Bill se frenó ante la idea de llamar a la Sra. Seiberling, el nombre le era conocido y lo temía, era el de gente de la hulera Goodyear. Bill creyó que Henrietta era la esposa de Krank Seiberling, el hombre de negocios que
había construido la compañía Goodyear, y después de perder el control de esa firma, posteriormente formó la compañía llantera que lleva su nombre; incluso Bill lo conoció durante los años felices en Wall Street. Como lo recordó, "difícilmente me podía imaginar llamar a su esposa y decirle que era un borracho de Nueva York buscando a otro borracho con el cual trabajar".
Continuó dando paseos de un lado al otro del vestíbulo, algo le impedía llamar a la Sra. Seiberling. Regresó a su cuarto e hizo la llamada.
Henrietta no era la esposa de Frank Seiberling, sino su nuera. No vivía en la gran mansión de 65 cuartos en Portage Path; vivía con sus tres pequeños hijos en la casa de entrada. (Su esposo, del que estaba separada, vivía en la mansión con sus padres).
Como contó posteriormente Henrietta, Bill se presentó a sí mismo por la línea telefónica así: "Soy del Grupo Oxford y soy un borracho de Nueva York".
Internamente ella pensó: "Realmente esto es maná del cielo". Habló en voz alta: "Venga aquí en seguida".
Puede parecer extraño que una mujer sola, con tres hijos adolescentes, invitara de una manera tan rápida a un extraño a su hogar; pero entre los miembros del Grupo Oxford, había un fuerte lazo de confianza.
Henrietta Seiberling descansó su vida en la guía de Dios. Tuvo la certeza de que la llamada telefónica era la ayuda que ella y otros miembros del Grupo Oxford habían estado buscando para uno de sus miembros. Hacía pocas semanas que, finalmente, el hombre había admitido ante el grupo que era un bebedor secreto y Henrietta creyó que, como resultado de su honestidad, la ayuda podía llegarle en alguna forma, de cualquier manera. Este visitante de Nueva York podía ser precisamente es ayuda.
Cuando llegó Bill, llamó por teléfono al hombre que tenía en mente; su nombre, Robert Smith, médico de profesión; era un alcohólico y estaba en una situación desesperada. Después de conversar un poco por teléfono con Anne, la esposa del Dr. Smith, fue evidente que tenía que demorarse la ayuda. Era la víspera del Día de las Madres y el hombre recién había llegado a su casa, llevando una maceta con una planta para su esposa. Después, también "plantado" é, pronto quedó inconsciente, así que la reunión entre los dos hombres se acordó para la tarde siguiente, del Día de las Madres, en la casa de entrada de la mansión Seiberling.
En retrospectiva, todo parece como si hubiera sido decretado divinamente. Incluso el local era simbólico, ya que la mansión se llamaba Stan Hywet Hall, un nombre galés que significa "Aquí se encuentra la roca".

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