"No sé cómo pude llegar al fin del verano siguiente", dijo Bill refiriéndose al período posterior a la muerte de Bertha. "Me consumía en una completa apatía, entrando con frecuencia en la angustia, en la reflexión compulsiva, todo respecto a la muerte de la hija del ministro".
No obstante, el verano de 1913 fue ,más activo de lo que le sugiere su memoria. Recuperó el tiempo en su clase de alemán, conoció a Lois Wilson, aunque el cortejarla no empezaría hasta el verano siguiente, y fue con su abuelo a Gettysburg, Pennsylvania, para el 50º. aniversario de la batalla de la Guerra Civil.
La reunión de Gettysburg fue un evento espectacular, dirigido con meticuloso cuidado y eficiencia por el Estado de Pennsylvania, con la cooperación del Departamento de Guerra. Es probable que Bill y Fayette se quedaron en el Great Camp, una ciudad compuesta por tiendas de campaña, que el Departamento de Guerra erigió en terrenos rentados a los campesinos cerca del campo de batalla, para albergar a miles de antiguos veteranos de la Unión y confederados que se volcaron en el acontecimiento. Bill recorrió con Fayette el campo de batalla y éste le mostró en dónde los vermontianos habían flanqueado a la carga de Pickett y así habían ayudado a definir el resultado de la batalla. Los caídos días de Gettysburg estuvieron llenos de discursos y exhibiciones, siendo el momento culminante la alocución del presidente Woodrow Wilson, el viernes 4 de julio.
Conocer a Lois fue punto destacado de ese verano. La hija mayor de un respetado médico de Nueva York que, con su familia, tomó sus vacaciones de verano a pocos kilómetros de la casa de Bill, en el Lago Esmeralda, en North Dorset. No sólo era atractiva inteligente y encantadora, si no que para Bill era un miembro de una clase social diferente. "Representaba áreas por las que yo siempre había sentido una gran inferioridad. Su gente era de excelente familia de Brooklyn, lo que los vermontianos llamaban 'tipo de la ciudad'. Tenía modales sociales que yo desconocía por completo; a mi alrededor, la gente todavía comía con los cuchillos, la puerta trasera todavía era un excusado; así que ella me animó y el interés que me mostró hizo mucho para reanimarme".
Como Lois recuerda su primer encuentro, su hermano Rogers le había estado hablando con entusiasmo de su amigo Bill; encontró a éste alto y delgaducho, pero casi nada más; después de todo, sólo era un muchacho de 18 años y ella era una dama joven cuatro años mayor que él.
Bill y Lois compartieron ratos amistosos ese verano, por lo general, en un grupo que incluía al hermano y hermana de ella; en el otoño, regresó a Brooklyn con su familia. La primavera siguiente, en 1914, los Burnham regresaron al lago y ese verano cambió la relación entre Bill y Lois. Tuvieron lo que ella recordó como "vacaciones inolvidables, días de
campo, paseos a pie y también en coche todo el día. Mucho antes de que terminara la temporada", dijo Lois, pensó que Bill era "el hombre más interesante, diestro y excelente que conocía". Había olvidado todo sobre la diferencia de edades.
El romance llegó providencialmente, porque el verano de 1914 fue difícil para Bill. Ella escuchaba con comprensión, cuando él decía que era bueno para nada, que no podría regresar a la escuela, que no podría soportar dejarla.
Él dio a Lois el crédito por ayudarlo a salir de su depresión. "Me levantó sacándome de este desaliento y nos sentimos profundamente enamorados, y me curé temporalmente, porque ahora amaba, era amado y otra vez había esperanza.
A nivel inconsciente, no tenía duda de que ella ya se había convertido en mi madre y no había duda que era un componente muy fuerte de su interés en mí". Cualesquiera que hayan sido las necesidades individuales que encendieron la chispa de su primer cortejo, Bill y Lois se volcaron juntos. Bill refirió: "Creo que Lois me acompañó y me tomó tan tiernamente como una madre lo hace con su niño".
Lois fue la mayor de seis hermanos; dijo que su infancia fue tan feliz que le repugnaba crecer. "Mamá y papá se amaban entre sí de verdad y mostraban su afecto abiertamente uno al otro y a nosotros, sus hijos", escribió. "Nos enseñaron a jamás tener miedo de hablar de nuestro amor, a no ir a la cama si estamos enojados con alguien, a siempre hacer la paz en nuestros corazones antes de cerrar los ojos por la noche y nunca avergonzarnos de decir, 'Lo siento, me equivoqué' ".
En la época en que conoció a Bill, Lois ya había terminado la escuela en el Instituto Collegial Packer de Brooklyn y dos semestres de dibujo en la New York School de Bellas artes y su Aplicación. Aunque todavía vivía en casa, estaba trabajando en el departamento de empleos de la Y.W.C.A.
Entre tanto, la educación de Bill posterior a la secundaria había seguido una trayectoria desigual. En el año escolar 1913-14, fue a vivir con su madre y su hermana Dorothy a Arlington, Massachusetts, un suburbio de Boston. "Me inscribieron en la Arlington High School y ahí escasamente aprobé algunas materias", dijo Bill. "La idea de esto era prepararme para los exámenes con el fin de entrar al Instituto Tecnológico de Massachusetts (M.I.T.) A causa de mi interés por la ciencia, se suponía que sería ingeniero. Me presenté a los exámenes y difícilmente pude pasar uno de ellos".
Se inscribió en la Universidad de Norwich, cuyos requisitos de ingreso eran mucho más fáciles que los del M.I.T. Llamada "La Colina", Norwich, en Horthfiel, Vermont, es un colegio militar con disciplina tan estricta como la de West Point. A mediados de 1914, Europa estaba al borde de
la guerra y en ese momento había una leve posibilidad de que los Estados Unidos pudieran ser llevados a ella.
En agosto, justo antes de empezar el primer año en Norwich, Bill visitó a su padre. Fue la primera vez que veía a Gilman desde el divorcio, ocho años antes.
Bill hizo el largo viaje a Columbia Británica en un tren transcontinental, que abordó en Montreal. En sus cartas a casa, escritas a su abuela Wilson, describe el viaje al oeste con sorprendente detalle.
"Me desperté con un zumbido en los oídos y sintiendo un alborozo peculiar; ésta era mi primera visita a las Rocallosas. Las montañas se elevan a pico y están revestidas cerca de las bases con arbustos de hoja perenne a excepción de donde están desgarrados los grandes deslizadores formándose senderos. Las montañas están compuestas por muchas pizarras de colores, que descansan en los estratos de que algunas veces son inclinados, y otras, horizontales. Todo es abrupto y angulado, mostrando las marcas de cambios súbitos y violentos, en gran contraste con las curvas suaves y apacibles de nuestras montañas.
Por las laderas, se precipitan veloces torrentes, que se alimentan de las nieves perpetuas que están arriba de la línea de bosques; cada uno de los altos valles arriba de la línea de nieve, tiene su glaciar y el hielo es de un hermoso azul profundo, aquí y allá cubierto con parchones blancos de nieve recién caída. El cielo no tiene nubes y casi iguala el color del hielo. Atravesamos muchos kilómetros, de semejante escenario. En un lado de la vía los picos se elevan como un muro, tan derechos y abruptos que sus nieves se precipitarán sobre el tren; para evitar cualquier posibilidad de que esto suceda, se ha construido kilómetros y más kilómetros de vertederos de nieve. En el otro lado, uno mira hacia abajo a la garganta del río que a veces es lo suficientemente profunda como para que se le llame un cañón; siempre está ahí el río, profundo, estrecho, fluyendo velozmente con numerosas caídas de agua y espléndidos rápidos, siempre rompiendo en sus bancos y minando grandes rocas y cedros que, al caer, son arrastrados como palillos de dientes en el oscuro torrente".
Tres generaciones de las familias Wilson Griffith posan para este retrato familiar.
Mostrando ya su poder de observación, que tanto le serviría posteriormente en Wall Street, a Bill le llamaron la atención en Alberta los descubrimientos de campos petroleros y los desarrollos de gas natural. Notó que en Medicine Hat, Alberta, las luces de la calle funcionaban con gas natural que nunca se apagaba, ya que fluía con tanta fuerza como el día en que se empezó a utilizar, 22 años antes.
Bill escribió sus cartas en el papel de la oficina de su padre desde Marblehead, Columbia Británica, pequeña comunidad situada en lo alto de las Montañas Rocallosas canadienses. En el membrete estaba G. B. Wilson como administrador de las canteras de Marblehead de Canadian Marble Works Lt., propietarios de canteras y fabricantes de los mármoles Kootenay. Las oficinas principales estaban en Nelson, Columbia Británica.
A pesar de la descripción detallada de Bill de lo que lo rodeaban, en sus cartas nada dijo de la reunión con su padre; aparentemente se llevaron bien, aunque Gilman parece haber hecho poco esfuerzo para estar en contacto con su hijo.
Un mes después, Bill entraba como novato en Norwich, que en ese tiempo tuvo una inscripción total de 145 alumnos. Bill se sintió abatido ahí durante el primer semestre: "Una vez más, sentí que no era nadie; incluso no podía empezar a competir en atletismo, en música, ni siquiera en popularidad con la gente que me rodeaba. Recuerdo con agudeza cuando hubo el ímpetu por las fraternidades y yo no tuve una sola oferta. Intenté el béisbol y football y no fui lo suficientemente bueno para el primer equipo. Recuerdo que había un individuo que tocaba el violín mucho mejor que yo, al grado que no pude obtener una oportunidad en la orquesta de baile. Recuerdo cómo arreglé un viejo violoncelo que tenía y así, con eso, logré apenas una parte en el orfeón; pero yo era de segunda categoría. Manejaba bien algunos de mis estudios, en otros empecé a fallar".
Con todo, una carta que escribió a su madre poco después de que llegó, pinta una imagen totalmente diferente: "Aquí hay cuatro fraternidades, he cenado con todas varias veces y he tenido 'ofertas' para unirme a tres de ellas lo cual es todo un honor para un novato; no obstante supongo que, si uno se va a unir a una fraternidad, podría ser bueno esperar un año para observar a los que pertenecen al grupo". Pocos meses después tocó una vez más el asunto de la fraternidad: "Parece que no puedo evitar ser popular. Volví a recibir invitaciones de todas las fraternidades, pero pienso que posponerlo es una buena política, ya que a pesar de todo lo que se puede hacer para prevenirlo, las fraternidades pueden ejercer influencias en el asunto militar, y manteniéndose fuera de ellas creo que uno puede atenerse más a sus propios méritos. Tal como están las cosas ahora, aquí soy popular con los hombres de las fraternidades más fuertes y si me uno a cualquiera, pierdo mi influencia con el resto; así que 'permanezco con la Cámara de los Comunes".
Durante ese primer semestre, Bill recibió 94 en química, 86 en francés, 75 en dibujo, 68 en inglés, 61 en trigonometría y 53 en álgebra. Tuvo una nota destacada de 98 en deberes militares y 100 en conducta; su promedio final de 86 le dio el quinto lugar de la clase y, si no fue el primero, ciertamente le fue bien.
De una carta a su madre, escrita en febrero: "Me alegro de saber que estás contenta cuando menos con una parte de mis notas. La semana que precedió a los exámenes de mediados de año, tuve que guardar cama por gripe y me perdí el repaso general que se efectuó entonces, así que mis exámenes no fueron lo que deberían haber sido. El primer examen fue el de álgebra y me levanté de la cama para presentarlo, tuve todo un día para preparar el resto de ellos, ya que afortunadamente los exámenes fueron cada tercer día; y el sábado tuve un examen de composición y pase con 65 %; de haber podido hacer eso en primer lugar hubiera sido el tercero o cuarto de la clase, pero de cualquier manera, no me comparo desfavorablemente con los otros. Tengo confianza de tener el segundo lugar el próximo semestre, porque espero obtener 90 en cuatro materias".
Pero no sucedió así. Una mañana al principio del segundo semestre, se cayó cuando iba a clase y se lastimó el codo; insistió en ir a Boston a que lo tratara su madre, que ahora ya practicaba la osteopatía.
Ningún deseo tenía de regresar a la escuela. "Cómo rechazaba encarar esa disciplina, así como la idea de no ser bueno y de segunda categoría. De regreso a Northfield desde Boston, al subirme al tren, empecé a tener una terrible sensación en el plexo solar y sentí que el mundo llegaba a su fin". Con el aliento entrecortado, teniendo palpitaciones en el corazón, "me volví loco de pánico al pensar que tuviera problemas del corazón y fuera a morir. De vuelta a la escuela, tan pronto como intenté hacer algunos ejercicios sencillos, se inició esta horrible palpitación y me hundí".
A continuación de algunos de estos ataques, Bill era llevado a la enfermería de la escuela, pero nunca encontraron alguna causa física de sus males. "Esto sucedió una y otra vez hasta que, al cabo de un par de semanas, me mandaron con mi abuelo a East Dorset, que era exactamente donde quería ir". Fue abrumado por la inercia, incapaz de hacer algo. "Solía entrar en ataques de palpitaciones y gritaba para ver al doctor", dijo. El doctor le dio un bromuro e intentó persuadirlo de que nada malo tenía en el corazón.
Bill permaneció esa primavera y el verano con sus ancianos abuelos, y gradualmente se recuperó lo suficiente como para considerar el regreso a Norwich, el otoño siguiente. En abril, una carta a su madre muestra lo preocupado que estaba con sus problemas de salud:
"Hasta que el Dr. Grinell hizo su segunda visita, me sentí angustiado. Algunos días no comía nada y los más unas rebanadas de pan poco tostado, con el estómago terriblemente ácido, consecuencia de ardor y la palpitación del corazón; la duración de este curso me asusta a morir y me vuelve loco pensar que estoy angustiado, pero sigo exactamente igual.
El Dr. Grinell llegó alrededor de las seis p.m. y me sentía muy mal; me aplicó el estetoscopio e inmediatamente dijo que tenía la mejor acción de la válvula que había visto hacía mucho tiempo; quiso que yo escuchara y lo hice. Sonaba igual que la última vez y súbitamente registré alivio, dijo que el intestino delgado estaba más bien inactivo, causando agruras y gases. Me recetó una medicina suave para tomar después de comer. No parece creer que mi estómago estuviera mal, y mis abuelos sí lo creían; por eso, acosaron al doctor hasta que dijo: "No creo que la dieta sirva para nada en este caso". Comprendió que lo que había dicho estaba mal, así que rectificó: 'Por supuesto, no debe comer mucho'; como ves, una afirmación muy contundente".
Los problemas del "corazón" de Bill fueron claramente temporales, ya que pronto se recuperó y no tuvo dificultad alguna para pasar el examen físico del ejército en 1917, ni para cumplir sus deberes militares.
Otra carta, escrita también esa primavera, indica que Bill se estaba sintiendo mejor y tenía su mente puesta en otras cosas. Quería un automóvil:
"Con cierto interés miré el catálogo que me mandaste y lo tiré a un lado. Abuelo lo recogió y empezó a mirarlo, al poco tiempo comenzó a hablar del coche e hizo notar que debe ser difícil aprender a manejarlos, puesto que Jim Beebe no aprendía a hacerlo. Repentinamente, abuelo mostró una 'rabia entusiasta', dijo que no era tan difícil y que é podía aprender en un plazo breve.
"Durante un par de días más, nada volví a oír acerca de autos. Una mañana, vino del jardín y expresó: 'Mejor lo mandamos y obtenemos uno de esos, ¿no crees? Quizá podamos conseguir la agencia y supongo que yo podría vender esas cosas. Todavía no he visto algo que no pueda vender'.
Naturalmente, me interesé. Mediante Will Griffith, a quien había ofrecido la agencia conseguimos las condiciones para ser agentes, abuelo me llevó a Manchester y habló del coche. Fui y, con tu consentimiento, prácticamente he dispuesto de uno de los Bamford. Riesgo financiero no hay ninguno, según creo y ésta también es la opinión de abuelo, ya que la venta de un coche excluye el elemento riesgo y, de cualquier manera, abuelo tiene dentro de sí noción de lo que quiere. Suponemos que la utilidad por coche será de 85 dólares.
Paso ahora a mi condición actual. Me alegra decir que han desaparecido en su totalidad los períodos de depresión y los mareos, y sólo tengo palpitaciones con un ejercicio extenuante; todavía estoy nervioso, pero estoy convencido de que eso desaparecerá tan pronto como me convenza de que nada aqueja a mi corazón. No tengo síntomas estomacales, soy capaz de comer cualquier cosa, ya soy yo mismo en cuanto a peso y fortaleza. No cabe duda de que una diversión de la mente efectuará ahora una curación.
No conozco ningún asunto del que pueda platicar con tanto conocimiento o entusiasmo como el de los automóviles.
Considero los riesgos corporales, pero hay oportunidades que se deben aprovechar. Los accidentes suceden a diario, aunque diría que los riesgos que se encuentran en los autos son considerablemente menores a los que ha corrido abuelo al domar caballos enteros, o al que tienen esos trabajadores del túnel de que una escama les caiga en la cabeza, o del que tuviste cuando niña al correr sobre la orilla de un barranco o en las vigas estrechas del techo del granero, o del que corro todos los días en la escuela con los caballos enteros. También considero el número de accidentes de autos: H. Ford produce diariamente 1800; si esto se añade (a una) tensión nerviosa a que debo sujetarme al manejar, quizá tú seas quien mejor pueda juzgarlo; ciertamente no es mayor a la de guiar un caballo a la de saltar un obstáculo de tres cuartos de metro, realmente no demanda tantas facultades de concentración como la práctica del violín y, con certeza, es una ocupación más saludable. Te he oído decir que no existe un ejercicio más emocionante y, no obstante, más moderado que el automovilismo.
Ahora, en cuanto al peligro que habría que enfrentar, quizá en este momento no esté capacitado para manejar un coche ya que estoy demasiado nervioso, pero no voy a estar así todo el verano. Al paso al que voy mejorando actualmente, me recuperaré en otro mes.
Normalmente, sabes que soy casi tan excitable como una tortuga empantanada. Me aflige pensar que no tengas en mí la suficiente confianza en mi juicio para permitirme hacer lo que a Jamie Beebe, Clifford Copping, Francis Money, David Cochran, Lyman Burnham les han permitido hacer sus padres, al no abrigar graves temores respecto a su seguridad.
Rogers (Burnham) ha manejado desde que tenía 14 años. Debo aborrecer pensar que mi juicio en la actualidad no sea igual al suyo en esa época.
Una vez más, los autos han llegado definitivamente y pronto serán tan comunes como los caballos.
Tú te consideras capaz para manejar un coche con seguridad, incluso te gustaría haber montado en motocicleta. Seguramente podrías hacer ambas cosas, pero yo debo temer que tú montes en motocicleta tal como tú temes que yo maneje un auto. El amor de Will".
En una posterior carta a su madre no se refiere a la enfermedad ni a los doctores. Había sido contratado para tocar el violín en diez bailes, por lo cual iba a recibir cinco dólares por baile. Había aumentado claramente su confianza para tocar, como lo dijo a su madre; "Sí, creo que ahora lo pueda llevar a cabo en la escuela. Lo he tocado lo suficiente por dinero,
de manera que ahora ha perdido su fascinación y en realidad esto parece funcionar. He mejorado mucho desde que estuviste aquí".
Durante el verano de 1915, Bill trabajó vendiendo lámparas de querosene, de puerta en puerta, en las villas cercanas y Lois había abierto un pequeño merendero de té, en la parte más al norte del Lago Esmeralda. Bill encontró un buen número de razones para ir al merendero de té durante el día. "El no vendía muchos quemadores ni yo mucho té, pero tuvimos entrevistas maravillosas", dijo Lois. "Con frecuencia le invitaba fresas silvestres u hongos fritos, recogidos en la colina, en pan tostado".
A finales del verano, su noviazgo se volvió serio. Pero Bill tenía un competidor: varios años antes, Lois había conocido a un joven canadiense llamado Norman Shneider, en la convención de jóvenes de la iglesia. La familia de Norman era propietaria de una empacadora de carne en Kitchener, Ontario. Lois y Norman habían hecho citas; era buena persona, bien parecido e inteligente y ella había disfrutado mucho estar con él. Ahora, había llegado al lago en visita de una semana y justo antes de salir de regreso a Canadá, pidió a Lois que se casara con él.
Lois, que había anhelado estar con Bill cada uno de los minutos que estuvo con Norman, tenía su respuesta. "Justo cuando Norman se subió en el tren para Montreal, Bill apareció", escribió. "Caminamos juntos de regreso al lago, pero de alguna manera parecía que nuestros dedos se rozaban con frecuencia".
Esa misma noche, hablaron el uno al otro de su amor y quedaron comprometidos. (Cuando muchos años después se preguntó a Lois si se había arrepentido alguna vez, respondió: "Nunca, nunca, nunca, nunca, nunca me sucedió, nunca soñé en alguien más que no fuera Bill Wilson").
Al principio, Bill y Lois conservaron su compromiso en secreto, de todos menos de Mark Whalon, en quien Bill confiaba. Mark era una "especie de tío o padre" para Bill; habían trabajado juntos durante los veranos y habían ayudado a tender las primeras líneas telefónicas de East Dorset. También cazaban y pescaban juntos, y compartían el interés en la historia de Vermont. Posteriormente, beberían juntos, aunque la bebida de Mark nunca llegó al alcoholismo.
Durante el otoño de 1915, Bill hizo un esfuerzo para compensar los anteriores fracasos en la escuela. El curso que eligió para estudiar fue ingeniería eléctrica, debido a su interés en la ciencia; por fin había regresado algo del viejo impulso y empezó a volverse popular en el campus. Algunos de sus condiscípulos se encontraron involucrados en un incidente confuso y, debido a que nadie quiso dar nombres, toda la clase fue reprobada por el resto del curso. Sucedió que el escándalo confuso y el ser reprobados, coincidieron con problemas en la frontera mexicana. (Al año siguiente, enviaron a México las tropas estadounidenses del General Pershing en vano intento de capturar a
Pancho Villa). Debido a que los cadetes de Norwich formaban parte de la guardia Nacional de Vermont, los movilizaron, aunque nunca fueron destacados a la frontera. La movilización fue afortunada para Bill, ya que significó que estaba reintegrado a Norwich.
Continuó siendo impulsado por la necesidad de sobresalir, de hacer algo único. Creyó que encontraba esa oportunidad en el curso de cálculo.
"Estaba fallando lamentablemente en cálculo", recordó Bill. En álgebra tenía dificultad para memorizar las fórmulas y ahora en cálculo tenía problemas similares. "Me di cuenta que iba a tener un absoluto fracaso en cálculo; en realidad, el profesor prometió que me pondría un cero".
Bill descubrió que su profesor tenía ciertas limitaciones en su propia comprensión del tema. "Era un catálogo de fórmulas y podía aplicarlas, pero era un engaño, porque a fondo no sabía cómo funcionaba la cosa", dijo Bill, "y me decidí a aprender".
En la biblioteca, estudió la historia de las matemáticas y la evolución del cálculo; finalmente, captó el concepto lo suficiente como para discutirlo, ya que había desarrollado considerables conocimientos para argumentarlo.
"Exhibí al profesor y me burlé de él ante su clase", contó Bill, "Me puso el cero, pero había ganado una batalla. Era el único en toda la escuela - otra vez el hombre Número Uno - el único que comprendía a profundidad los principios fundamentales del cálculo".
El incidente nada lo ayudó académicamente, pero lo hizo sentirse el centro de atracción; fue otra representación del proyecto del búmerang. Su impulso por el prestigio lo estaba volviendo a valorar, haciendo de él una especie de héroe ante sus condiscípulos, pero un vulgar presuntuoso a los ojos de su profesor de cálculo.
El incidente nada lo ayudó académicamente, pero lo hizo sentirse el centro de atracción; fue otra representación del proyecto del búmerang. Su impulso por el prestigio lo estaba volviendo a valorar, haciendo de él una especie de héroe ante sus condiscípulos, pero un vulgar presuntuoso a los ojos de su profesor de cálculo.
Bill fue un joven dotado de una manera poco común, aunque con frecuencia era supercrítico de sí mismo. Poseía un talento natural para ser líder, lo que se le reconoció finalmente en el programa militar en Norwich.
"En las tropas me habían designado cabo o sargento", dijo Bill, "y luego se descubrió que tenía talento para instruir a la gente. Es bastante curioso que aunque yo fuera torpe, tenía talento para adiestrar a la gente. Poseía una voz y un modo que obligaba a una obediencia voluntaria, de tal manera que llamó la atención del comandante". Su
virtud para ser líder, le serviría mucho en su deber activo en el Ejército y supuso que de igual modo le serviría cuando, después de dejar el servicio militar, se encontrara "a la cabeza de grandes empresas", las que "manejaría con extrema seguridad".
Bill tenía sentimientos mezclados acerca del servicio militar: había honres, gloria y deberes, pero también peligro y muerte. Cuando creció en East Dorset, Bill había pasado horas incontables tirando al blanco con el viejo Bill Landon, veterano de la Guerra Civil y un "gran tipo", que vivía a la siguiente puerta. El abuelo Griffith nunca hablaba acerca de la guerra civil, pero el viejo Bill Landon "me contaba cuentos por docenas; en el personal de Sheridan había sido sargento y solía decirme cómo, en una carga, un proyectil había alcanzado la culata de su mosquete, la había atravesado y le había dado en el cráneo justo arriba del ojo; cómo se lo había arrancado de un tirón y continuado su carga. Y para probar esto el viejo Bill tenía un ojo caído, una cicatriz y una vista mala".
London, al volver a vivir las glorias de la Guerra Civil también se expresaba con gran desprecio de aquellos que se las habían arreglado para evitar el servicio activo. "Una de las peores formas de oprobio que se podía echar sobre alguien cuando yo era niño consistía en llamarlo holgazán", recordó Bill. "Aquellos que no fueron a la Guerra civil, evadieron el servicio o consiguieron algún trabajo fácil, lograron un estigma que llevaron consigo toda su vida". El viejo Bill Landon le había hablado a Bill acerca de un ciudadano rico y respetable de East Dorset que llevó este estigma. "Estuvo enfermo todo el tiempo de la Guerra Civil y solía ir a la villa con paso vacilante y con gran chal sobre los hombros, muy encorvado, con una botella de sales de olor, y durante todo ese tiempo nadie le habló", afirmó Landon.
Bill, divirtiéndose con Mark Whalon en un día de campo (al centro en primer término), en una pose que muchos recuerdan como característica.
Pero en el cementerio, al sur de East Dorset está la tumba de Waldo Barrows, tío abuelo de Bill, que murió en la Batalla del Yermo en 1864; y en el campo de la batalla de Gettysburg, que Bill había visitado con su abuelo, también había un cementerio. "Un día me llegaba el gran fervor del patriotismo, y al siguiente estaba acobardado y asustado a morir, y creo que lo que más me asustaba era que podría no llegar a vivir mi vida con Lois, de quien estaba enamorado".
Sin embargo, la tradición del servicio militar estaba profundamente arraigada en Bill y, cuando los Estados Unidos entraron en 1917 a la Primera Guerra Mundial, fue requerido por la milicia y nunca se graduó en Norwich.
Cuando se le llamó, escogió servir en la Artillería Costera y más tarde esa decisión le causó sentimiento de culpa, debido a que era considerada una de las ramas del servicio militar con menos riesgo.
De Norwich, mandaron a Bill al campo de entrenamiento para nuevos oficiales en Plattsburg, Nueva York. Aquí, descubrió que el entrenamiento militar de los cadetes de Norwich le había dado una capacitación mejor que la de los demás que estaban en el campo y se movió con rapidez a través del entrenamiento. Su aptitud para el liderato le trajo posteriormente un reconocimiento y, después de una capacitación adicional en Fort Monroe, Virginia, se le comisionó como teniente segundo. Fue una experiencia fuerte para un muchacho de 21 años, que poco tiempo antes había estado en la más profunda depresión. Luego, se le trasladó a Fort Rodman, justo en las afueras de Bedford, Massachusetts, "Aquí estaba toda la tradición del antiguo Ejército: Oficiales regulares maduros y de menor graduación, junto a hombres que estaban cumpliendo su servicio militar y voluntarios", recordó. "Cómo disfruté esa atmósfera, animado como estaba por haber sido puesto realmente al mando de soldados, pero a veces todavía se deslizaba en mí esa matiz fastidiosa de ir a ultramar".
Lois, acompañada de la abuela de Bill y de su hermana Dorothy, le había visitado en Plattsburg. Ella y Bill llevaban comprometidos cerca de dos años y estaba claro que se casarían. Los padres de Lois aprobaban a Bill de manera tan completa, que le permitían visitarlo.
Como un joven oficial, Bill esperaba que hubiera honor y gloria, temió el peligro . . . y tomó su primer trago.
"Su comprensión y su confianza en Bill y en mí eran algo muy poco común durante esa época convencional", escribió Lois. Ella tenía 25 años y su comentario ilustra claramente como las jóvenes de su tiempo continuaron respondiendo a lo que sus padres esperaban de ellas, incluso cuando ya no estaban viviendo en casa. En esa época, Lois tenía un puesto de maestra en Short Hills, New Jersey y estaba viviendo con su tía, la que manejaba la escuela en donde ella enseñaba.
Fue en Fort Rodman, New Bedford, en donde la vida de Bill tomó un nuevo curso: aprendió lo relativo al licor.
Hasta ese momento, nunca había tomado un trago. Los Griffith no bebían, y en la familia había un recuerdo de lo que el alcohol había hecho a algunos de los Wilson. Bill, que pensaba que podía ser una de las razones del divorcio de sus padres, tenía miedo al licor. Criticaba específicamente a los estudiantes de Norwich que se iban furtivamente a Montpelier, a beber cerveza y a acompañarse de "mujeres perdidas".
New Bedford era diferente. Bill recordaría después la atmósfera cargada del pueblo durante ese período de guerra: "momentos sublimes con otros de regocijo". También recordaba los círculos sociales que se abrieron a los jóvenes oficiales como él. "La gente de sociedad en el pueblo empezó a invitar a su casa a los oficiales jóvenes", recordó. "Una de las grandes fortunas y principales familias de New Bedford era la Grinnell; eran muy ricos y sociales. Recuerdo muy bien a Emmy y
Catherine Grinnell, el marido de Emmy había ido a la guerra, Katy había perdido el suyo y las dos solían invitar a su casa a un grupo de nosotros. Esta fue la primera vez en mi vida que vi un mayordomo, y una gran ráfaga de miedo, ineptitud y autoconciencia se extendió sobre mí; al conversar, difícilmente podía decir dos palabras. La hora de la cena fue una prueba terrible".
En casa de los Grinnell se ofreció a Bill un cóctel Bronx (por lo general preparado con ginebra, vermut seco y dulce, y jugo de naranja). A pesar de todas las advertencias, a pesar de todo su entrenamiento, a pesar de todos sus miedos acerca de beber, se encontró aceptándolo.
"Bueno, mi autoconciencia era tal, que sencillamente tenía que tomar esa bebida", recordó. "Así que la tomé, y luego otra, y luego ¡el milagro! Esa extraña barrera que había existido entre los hombres, las mujeres y yo pareció caerse instantáneamente. Sentí que pertenecía a donde estaba, que pertenecía a la vida, pertenecía al universo; por fin era una parte de las cosas. Oh, ¡la magia de esas tres o cuatro copas! Me convertí en la vida de la fiesta; realmente podía hablar con libertad, desenvueltamente; podía hablar bien y de pronto me volví muy atractivo para esta gente y caí en toda una serie de citas. Pero creo que incluso esa primera noche, me emborraché por completo, y a la siguiente o a la otra llegué a la inconsciencia total. Pero como todo mundo bebía mucho, no pasó nada en particular".
Por lo que contó, Bill bebió en exceso desde el principio; nunca pasó por alguna etapa de moderación ni ningún período de beber socialmente. El sistema de prevención interna de Bill le debe haber dicho que su manera de beber no era común, porque "le ponía el tapón" cuando venía Lois a visitarlo y era invitada a reunirse con los amigos de Bill; pero no la dejó del todo, ya que sin el licor, una vez más se sentía inferior.
Ya era el inicio de 1918, los Estados Unidos estaban por completo en guerra y Bill podía ser embarcado en cualquier momento. El y Lois habían establecido como fecha de su boda el 1º. de febrero. Hubo un rumor de que pronto iban a mandar a Bill a ultramar y decidieron anticipar la fecha de la boda al 24 de enero, cambiando las invitaciones a participaciones. Escogieron seguir adelante con la boda religiosa que habían planeado y todos se dispusieron a ayudar. Se hizo con tal prisa, que el padrino, Rogers, el hermano de Lois, llegó de Camp Devens demasiado tarde para cambiarse las botas de servicio y tuvo que quedarse a un lado del pasillo.
En Brooklyn, para su matrimonio, una vez más Bill estuvo consciente de esos horribles sentimientos familiares de inferioridad, incluso, imaginó que algunos de los familiares y amigos de Lois se estaban preguntando: "¿En dónde conoció Lois a ése?" En contradicción, también recordó que se desvivieron por hacerlo sentir cómodo. Por su parte, Lois claramente estaba encantada con su flamante marido y con la "gran bienvenida" que esperaba a la pareja en un departamento amueblado, rentado por Bill
para ellos en New Bedford. "Había flores y plantas por todos lados, y la gente llegaba continuamente a felicitarnos", recordó ella. "Bill era muy popular en la guarnición".
Un aspecto de su nueva vida social no había sido conocido por Lois, pero lo descubrió mientras estaban en New Bedford. Bill recordó que, durante ese período, él debe haber pasado a la inconsciencia en una de cada dos fiestas. En una de ellas, una noche Lois recibió un impacto al oír a los compañeros de Bill del Ejército decirle como lo habían llevado arrastrando a su casa y lo habían puesto en la cama. Aún así, no se perturbó mucho al respecto, confiada en que podría persuadirlo de que regresara a su abstinencia anterior. "Vivir conmigo sería una inspiración tal, que estaba segura que ¡no necesitaría el alcohol!".
En sus recuerdos de ese período, Bill se refería con frecuencia a su miedo de ir a la guerra y a la vergüenza que sentía por ese miedo. Incluso, le pareció que estaba defraudando a sus antecesores de Vermont: "Ninguno de esos que llegaron cruzando las montañas con rifles y hachas, hubiera actuado así".
Lo mandaron a esperar órdenes a Fort Adams, cerca de Newport, Rhode Island y, por último, llegó el temido día. Una noche de agosto, pocas horas antes de embarcar para Inglaterra, Lois y él subieron a los hermosos acantilados de Newport, que miran al mar. De pronto, desaparecieron la melancolía y depresión que tenían ambos y fueron reemplazadas por un sentimiento de patriotismo y deber. "El y yo contemplamos el océano, con asombro. En ese momento, el sol se estaba poniendo y hablamos acerca del futuro con alegría y optimismo. Creo que ahí sentí los primeros atisbos de lo que posteriormente iba a entender como una experiencia espiritual . . . Nunca lo olvidaré".
A bordo del barco británico Lancashire, en el Atlántico del Norte, sucedieron a Bill dos cosas importantes. La primera, fue que conoció a un oficial del barco, que compartía el brandy de Bill con él. La segunda fue que, en un breve encuentro con el peligro, para su gran alivio Bill descubrió que después de todo era un hombre valiente. La perspectiva de esta prueba, que tarde o temprano tendría que enfrentar, lo volvía aprehensivo, pesimista, ocasionalmente enfermo y con dudas sobre sí mismo.
Conocer a Lois (aquí con su vestido de boda) sacó a Bill de una depresión profunda y pasó a un amor y una esperanza renovados.
El Lancashire era un transporte de tropas y sus cubiertas estaban cuajadas de literas, durante la noche, de hombres que dormían. Había oficiales apostados en todas las escotillas de cada una de las cubiertas y, una noche Bill estaba de guardia en la cubierta inferior, "prácticamente sobre la quilla", de donde los hombres serían los últimos en ser rescatados en caso de emergencia. El Lancashire no estaba lejos de la costa británica y Bill estaba intentando permanecer despierto; de
pronto sonó un gran golpe sordo en el casco del barco. Los hombres se despertaron en ese mismo instante e inmediatamente corrieron, llenos de pánico, hacia la escalera en cuya base estaba apostado Bill.
Sacó la pistola; tenía órdenes de disparar contra cualquiera que intentara subir sin permiso, pero en lugar de utilizar el arma, usó su voz. En pocos minutos se dio cuenta de que era capaz de calmar a los hombres, de volverles a dar confianza y de prevenir el pánico, sin que tuviera que dar ninguna información de lo que realmente había sucedido. A su vez, él se dio tanta confianza como la que dio a ellos, porque el incidente le mostró una prueba de valor, del que había dudado tan seriamente.
No había existido un peligro real. Una carga profunda estadounidense, de las llamadas "ashcan", que estaba destinada a un barco enemigo, había explotado tan cerca del Lancashire, que había hecho un ruido terrible al chocar contra el casco del barco.
El Lancashire llegó a salvo a Inglaterra. Poco después de desembarcar, ahí fue cuando Bill tuvo otra experiencia que le hizo vibrar el alma. Al igual que lo había hecho la experiencia a bordo del barco, le reveló una fuente interior que nunca había llegado a reconocer.
Una epidemia retuvo a Bill y a su regimiento en un campamento cerca de Winchester. Deprimido, solitario y aprehensivo, de lo que se extendía por delante, Bill fue a visitar la Catedral de Winchester. Dentro de la gran catedral, la atmósfera le impresionó tan profundamente, que se vio envuelto por una especie de éxtasis, movido y sacudido por un "tremendo sentido de Presencia". "Desde entonces, he estado en muchas catedrales y nunca he experimentado algo como eso", afirmó, "durante un breve momento, había necesitado y deseado a Dios. Había existido una humilde disposición a tenerlo conmigo . . . y vino". En ese momento Bill supo que todo estaba muy bien, como debía estar.
Atontado y ligeramente aturdido por su experiencia, encontró la manera de salir al patio trasero de la iglesia. Ahí le llamó la atención un nombre familiar grabado en una vieja lápida: Thomas T. muerto a los 26 años. Una letra del apellido era diferente, pero aún así, aquí se podía encontrar uno de los antecesores de Ebby T., el buen amigo de Bill de la escuela. Bill leyó divertido estos versos ramplones que eran el epitafio de Thomas; según su recuerdo iban así:
"Aquí yace un Granadero de Hampshire / A quien sorprendió su muerte / Bebiendo una pequeña cerveza fría. / Un buen soldado nunca se olvida / Ya sea que lo mate el mosquete / O el tarro". 2
Poco después, mandaron a Bill a Francia, en donde por fin vio la devastación de la guerra; también ahí, descubrió que el vino francés podía producir los mismos efectos que el licor de New Bedford, o el brandy que había introducido a bordo del barco. En esos últimos meses
de 1918 la guerra estaba perdiendo intensidad rápidamente y la unidad de artillería de Bill estaba instalada en un pequeño pueblo de la montaña, lejos del frente. La única vez que él y sus compañeros de artillería estuvieron en un peligro real, fue durante una sesión de práctica de tiro al blanco.
El batallón había colocado sus armas en puestos cavados en un banco y se suponía que tirarían sobre la cumbre de una loma y al campo de más abajo. El banco era un pedazo de lona colocado aproximadamente a quince kilómetros. Se envió a Bill a observar los resultados de la practica; él y sus hombres se colocaron en sus puestos en una trinchera situada alrededor de 300 metros del blanco, utilizando un periscopio para observar la operación desde esa distancia.
Fue disparada el arma número uno y la bala dio prácticamente en el blanco. Bill se entusiasmó y felicitó al grupo por su destreza; pero cuando se disparó el arma número cuatro, repentinamente se dio cuenta que la tierra se abría a su alrededor y "cayeron sobre todos nosotros toneladas de tierra". Arrastrándose por el polvo, descubrió que el arma había sido apuntada directamente a él y a su equipo, que sólo por un milagro de salvaron.
Todavía estaba Bill en el pueblo de las montañas el día en que se firmó el Armisticio. Lo dejaron en Francia hasta la primavera y en los momentos en que estaba desarrollando un paladar para el vino francés, fue embarcado de regreso a casa, para ser separado del servicio.
"Como todos los veteranos que regresaban, pasé por algunas dificultades", recordó posteriormente. "A diferencia de la mayor parte de ellos, yo estaba iniciando el camino hacia un destino que se encontraba en una dirección que, consabidamente no podía haber anticipado cuando desembarqué en la costa de New Jersey, hacia el abrazo con el que me esperaba mi adorable esposa""
sábado, 24 de abril de 2010
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