Bill sabía que para que sobrevivieran las oficinas centrales y el consejo de depositarios, necesitarían el apoyo moral y económico de los grupos. Sus sugerencias al Dr. Bob fueron: (1) que a los grupos se les diera pleno control de sus propios asuntos y: (2) que estuvieran oficialmente ligados al consejo y a las oficinas centrales mediante lo que Bill llamó
una conferenica de servicios generales. Los miembors de la conferencia incluirían representantes, delegados electos de los grupos mismos.
Su primera proposición fue remitida a los nueve depositarios de la Fundación Alcohólica en forma de memorándum, que llamó "Un Código Sugerido de Tradiciones para las Oficinas Centrales Generales de A.A.". Lo escribió a raíz de una súbita liberación de la depresión, a principios del verano de 1946. su alivio fue inmenso; en una carta al Dr. Tiebout fechada el 1º. de junio de 1946, describió lo que sucedió:
"Hasta hace poco, casi no había sentido alivio de las depresiones durante dos años y, cuando solía sentime mejor, sólo era que tenía menos depresión de la habitual.
Hace alrededor de seis semanas, cancelé todos los compromisos para dar pláticas y me sustraje por completo de la situaicón de la oficina. Entonces nos fuimos a Vermont. 1 Régimen: dormir, comer, caminar, pescar, leer; Lois y yosolos en una vieja casa de campo cerca de Brattleboro. Una mañana, aproximadamente diez días después de haber empezado esto, mientras ella estaba sentada en la sala leyéndome, súbitamente me puse 'en silencio'; ningún júbilo ni tampoco hubo ninguna sensación especial de paz, sólo quedé muy en silencio por dentro. Tampoco fue inercia ni apatía; fue como si alguien hubiera puesto en nueutro la palanca de velocidades, yendo el coche a pararse lentamente. Pero, y esto es muy importante, el motor todavía estaba funcioanndo, lo podía oír bajo el cofre, plenamente vivo, pero girando con tranquilidad. Nunca tuve antes una sensaicón completa de esta calidad y ese tono bajo ha persistido desde entonce,s bajo todas las condiciones.
Al refresar a Nueva York, me involucré mucho, en la oficina, en un proyuecto de Hollywood de hacer una película. 2 Me cansé; una vez me enojé; pero lleugé a estar absolutamente interesado y animoso, sin que sintiera ningún vestgio del fenómeno del colapso de frustracción. He tenido la sensación de volver a vivir, mental, físca y emocionalmetne. La reacción ante todo esto es de gratitud en vez de éxtasis. Muy interesante, ¿no te parece?".
El Código para las Oficinas Centrales Generales, que Bill sometío a la consideración de los depositarios, tenía 12 secciones, como los Pasos y los "Doce Puntos para Asegurar Nuestro Futuro", recientemente publicados en el Grapevine. El "código" de Bill y los memorándums que, para poyarlo, escribió posteriormente a la fundación, no ocasionaron ningún cambio importante; excepto, quizá, poner a los depositarios a la defensiva. Fueron preludios poco juicios a la proposición que ahora buscaba apoyar: la conferencia de representantes regionales de los grupos.
La mayor parte de los depositarios querían conservar el estado de las cosas; confiaban en su propia capacidad para manejar cualquier
situación que pudiera surgir y no estuvieron de acuerdo con Bill acerca de la necesidad del cambio. También hubo oposición de los veteranos de Nueva York, Akron, Cleveland y Chicago, que sintieron que ellos podían y debían supervisar los asuntos de aquéllos que llegaron después que ellos.
Bill sabçia que los miembros más nuevos no continuarían aceptando esta supervisión; con regularidad su correspondencia traía cartas que lo criticaban por "exceder su autoridad". si los miembros criticaban a Bill, con su inmenso prestigio en la fraternidad, había poca oportunidad de que aceptaran la dirección de los veteranos y, mucho menos, de los depositarios a los que ni siquiera conocían.
En esta campaña para la conferencia de servicios generales, Bill encontró poco apoyo en el consejo; sólo Bernard Smith, el presidente, lo respaldó. Dijo Bill: "La mayoría del consejo . . . creyó que crar una conferencia . . . ocasionaría política y gastos innecesarios. La fundación lo había hecho bien durante diez años, así que ¿por qué no proseguir exactamente de esa manera?".
Con un ojo irónico en su propio comportamiento, Bill narra lo que sucedió a continuaicón: "Característicamente alcohólico, llegué a estar muy acalorado y esto cambió la resistencia pasiva de mis compañeros de trabajo, en una sólida oposición. Se desarrolló una gruta seria entre los miembros alcohólicos del consejo y yo y, con el transcurso de los meses, la situación se fue volviendo cada vez peor. con mucha razón, se resintieron por mis tácticas de dar mazazos y mi continua violencia. Conforme aumentaba la tempestad, a?si lo hacían mis mordaces memorándums al consejo; uno de ellos fue de una composicón asombrosa. A continuación de una larga solicitud para obtener una conferenncia de A.A. electa y otras reformas, y después de haber señalado que los depositarios tenían toda la autoriedad que había, sin ninguna responsaiblidad para nadie, inlcuidos el Dr. Bob y yo, terminé el memorándum con esta sorprendente oración: 'Cuando estuve en la escuela de leyes, el libro más voluminoso que estudié fue uno sobre fideicomisos y debo decir, caballeros, que en su mayor parte era una larga y melancólica narración de las conductas reprochables y los abusos de autoridad de los consejos de depositarios'. Había escrito esto a un grupo de los mejores amigos que tenía en el mundo, gente que se había dedicado sin restricción a Alcohólicos Anónimos y a mí. Evidentemetne, estaba en una borrachrea seca de la peor clase posible".
Bill decidió ahora sondear los sentimientos de los miembros. El 6 de febrero de 1948, Lois y él salieron a hacer un viaje a los grupos. Viajando por tren a través de Canadá, se detuvieron para visitar grupos en Toronot, Winnipeg y Calgary. Cruzando la vasta tierra canadiense, en Regina, Sasketchewan, los despertó a las 4:00 a.m. el A.a. solitario de ahí, que subió al tren para saludarlos: había estado en la ciudad de
Nueva York con el National Horse Show (Feria Nacional del Caballo), ¡para exhibir sus perros pastores!.
En Columbia Británica, los Wilson se detuviron para saludar al padre de Bill. Gilman y Cristina todavía vivían en un pueblo diminuto llamado Marblehead, y el padre de Bill todavía trabajaba en cosas relacionadas con las canteras de mármol que había ahí. Llegar hasta ellos se convirtió en sí en una aventura; era febrero y el camino a Marblehead estaba intransitable excepto a pie, ya que los deslizamientos de nieve lo obtruían en algo menos de cinco kilómetros. Los A.As. locales les prestaron pantalones de esquiar, calcetines de lana y linternas, y así se fueron caminando con gran dificultad; los zapatos de Lois se le salían continuamente. "Fue emocionante en la oscuridad y con el frío y la nieve, solos en un camino desconocido", recordó ella.
Del otro lado de los deslizamientos de nieve, estaba esperando un camión para cargar las provisiones de un barco para llevarlos, los ocho kilómetros adicionales, al hogar de Gilman y Cristina que, según refirió Lois, no se sorprendieron de verlos, al haber sospechado que ellos persitirían.
Bill había visto a su padre sólo alrededor de una docena de veces desde 1906 y, por lo general, había sido por iniciativa de Bill (aunque Gilman había ido a New Bedford, cuando Bill y Lois estaba recién casados, para "ver qué clase de muchaca había escogido su hijo"). No obstante, en apariencia Bill no sentía resentimientos contra su padre; por el contrario, como un adulto, le expresó gratitud, un gesto característico de Bill.
Lois creía que cuando Bill y Dorothy eran niños, "Sólo ocasionalmente", Gilman había mandado dinero para mantenerlos, lo que causaba alguna amargura a la Dra. Emily; pero, añadió Lois: "Creo que gradualmente Bill empezó a sentir pena por su padre; encontraron que tenían algo en común, pero no tenían suficientes antecedentes de compañía para que realmetne fueran verdaderos amigos".
Bill y Lois permanecieron una semana en Marblehead, descansando, caminando, platicando y tocando duetos de violín y piano en instrumentos prestados. (Bill nunca sintió apego a algún insturmetno en especial; tocaba en cualquier violín - o violoncelo - que estuviera a la mano. Le agradaba en extremo arreglar los instrumentos). El 21 de febrero dejaron Marblehead, habienod arrancado del mayor de los Wilson una promesa, a medias, para visitar el Este en la primavera con el fin de asistir a la boda de su hija Helen, que estaba planeando casarse con Ralph R.
Dos días después, Bill y Lois llegaron a Vancouver, en donde Bill habló de las Tradiciones ante una reunión de aproximadamente 1,000 personas.
A donde quiera que fueron, los recibieron con regalos, muchos de ellos de belleza y valor (un camafeo, un platito de plata con una larga inscripción, un juego de café Royal Crown Derby, un par de juegos grabados de pluma y lapicero, una salser ade plata, un pergamino iluminado de los Pasos) y flore para Lois (por lo general orquídeas). Estban a la mano los reporteros y, con frecuencia, los fotógrafos.
Al final de este viaje, que duró tres meses completos, Bill estuvo convencido, sin tener duda alguna de que los grupos también querían una conferencia de servicios genrales.
Al igual que el consejo, el Dr. Bob era conservador en su reacción a la propuesta de Bill, a quien, en mayo de 1948, le escribió lo siguiente: "Sin importar qué tan deseables puedan ser muchos de estos cambios, tengo la sensación de que se llevarán a cabo sin mucha confusión súbita. Si los depositarios no tienen la razón, caerán por sí mismos. Estoy exactamente tan interesado en A.A. como tú lo estás, pero no estoy ciento por ciento seguro de cuál será el curso más prudente a seguir y la organizaicón más sabia. Parece que, por el momento, quizá 'Tómalo con Calma' es el mejor curso a seguir . . ., así que por el momento conserva la calma y recuerda que suceda lo que suceda, te queremos mucho".
Bill fue incapaz de dejar discurrir el asunto. Su persistencia - quizá a pesar de sí mismo - es evidente en una carta que dos meses después escribió al Dr. Bob:
"Aunque, por ahora, he dejado de presionar sobre el asunto de la conferencia, me parece prudente poner por escrito, en líneas generales, el material que he estado presentando [a] los grupos y a los depositarios. Posteriormente este perfil puede llegar a ser la base para establecer la conferencia en forma experimental.
Así que me pregunto si le darías una leída cuidadosa al material que incluyo y luego hablaríamos por teléfono acerca de él. Quizá tendrás en mente algunas sugerencias o conculirás que no te gusta en absoluto la idea general; si esto último es el caso, estoy perfectamente dispuesto a olvidarme de todo el asunto".
Pero no lo estaba. "Por otra parte, por si ambos podemos estar de acuerdo en qué clase de programa deseamos para una conferencia que un día veremos inaugurada, entonces agregaré a este material una carta en la que manifestemos que es nuestro deseo conjunto y, si la funeraria nos lleva a ambos mientras nuestros depositarios y amigos todavía están meditando el asunto, existira?un antecednete bien definido de cómo sentimos que la conferencia debía ponerse en marcha.
Mientras tanto, ten la seguridad de que estaré herméticamente callado".
Bill, a pesar de las aseveraciones a su socio, fue incapaz de estar "herméticamente callado". Su deseo de ver establecida la conferencia
adquirió ahora una gran urgencia; el Dr. Bob había sido operado de cáncer y Bill entendía que esta enfermedad sería probablemente mortal. Saber eso debe haberle evocado pensameitnos referentes a su propia mortalidad y de la relación práctica de la fundación y sus depositarios con los miembros.
en la biografía de Bill, de Robert Thomsen, estas palabras describen al niño que había sido Bill Wilson: "Bill odiaba hacer cosas que le fueran difíciles, peroo era como si el muchacho sintiera que tenía que hacerlas, como si entendiera que no encontra?ria paz hasta que las conquistara".
Eso le pasaba ahora a Bill; era como si lo manejaran demonios. Sencillamente tenía que ver establecida la conferencia de servicios generales; estaba convencido de que sin ell ano sobreviría la Fraternidad.
Y así, a pesar de u intención explícita de dejar descansar el asunto, fue incapaz de hacerlo; y continuó la disputa.
Una carta escrita al Dr. Bob, en febrero de 1949, indica la frustración, urgencia y sensación de impotencia de Bill:
"Querido Smitty: Con seguridad ha llegado la hora en que tú y yo debemos tomar una decisión concerniente al futuro de la Fundación Alcohólica y su relación final con el movimiento de A.A. Necesitamos determinar cuáles son las responsabilidades que nos quedan y también cuándo y cómo vamos a actuar al respecto.
Nada podría darme más alivio personal que retirarme de la situaicón por completo, y ahora. Podría sólo consolarme con la tentadora disculpa de que Dios lo hará, de que tú y yo no tendremos ya esa representación y, de aquí en adelante, ninguna responsabilidad en este asunto. Es imperativo abandonar esa disposición enfermiza; alejarse de la responsabilidad definida pude significar fallarle a Alcohólicos Anónimos.
¿Tenemos el deber claro de ver que la fundación, el Grapevine y la oficina se pongan en buen orden y entregados a la conservación directa de A.A. como un todo?
El hecho sin rodeos es que todavía tú y yo dirigimos a Alcohólicos Anónimos. Por consentimiento mutuo, seguimos siendo los dos únicos individuos en A.a. realmente con derecho para hablar por el todo, y se espera que lo hagamos. Tú y yo sabmos qué errónea es esta condición para el futuro; ninguno de nosotros la quiere, no nos agrada; pero, simplemente, todavía no podemos dejarla ni podemos transferir con éxito esta carga a un pequeño y desconocido grupo de depositarios, sin importar qué tan dispuestos puedan estar a asumirla. Al igual que nosotros, en algún momento se pondrán por las nueves y nuestros servicios vitales al 'millòn de borrachos que aún no conocemos', se encontrarán en doloroso riesgo. en cada una de sus partes, la fundación
tendrá que transferise a la custodia directa de los representantes regionales del movimiento de A.A.
Naturalmente, los gurpos no se dan cuenta en lo absoluto de qué manera tan sólida están colocados sus asuntos vitales, en manos de un fideicomiso legal e independiente, sobre el cual ni ellos ni nosotros estamos en una posición de ejercer la menor acción directa.
Así es, Smitty, que si no tomamos la iniciativa para componer este estado nada práctico de las cosas, entonces los grupos descubrirán algún ?dia todo esto por ?si mismos. Demasiado tarde, se puede aprender que el castigo por seguir la corriente y abandonar la responsabilidad, con frecuencia, es mucho más destructor que la incomodidad pasajera de la acción a tiempo.
En dondequiera, los grupos han tomado en sus propias manos los asuntos de servicio; los fundadores locales y sus amigos hoy están marginados. No odré comprender nunca por qué olvidamos eso cuando pensamos en el futuro de la fundación.
Ahora hay alguna ra?zon para pensar que todos los depositarios no alcohólicos y cuando menos uno de los alcohólicos, están desesperadamente cansados de esa altamente inflamable insensatez que ha caracterizado la esencia de la fundación en estos ya muchos meses críticos. No tengo duda alguna de que nuestros amigos están consternados y heridos conforme ven todo el curso de nuestro asunto, quizá de neustro destijno, desviado por borrachos en bvorracheras continuas, tanto húmedas como secas.
Todos necesitamos mucho de tu presencia e influencia, en especial yo. Tu tranquila disposición y firme apoyo pueden significar todo. No nos arriesguemos más, el tiempo vuela. Afectuosamente".
El Dr. Bob estaba muy enferrmo. Su respuesta al continuo importunar de Bill fue diferir el asunto. En una carta fechada el 14 de marzo, se lee:
"Querido Bill: He tenido una enfermedad muy dolorosa desde que estuviste aquí. Tengo la sensaicón de que esta no es una cosa particularmente guiada para hacerla ahora. Quizá esté equivocado, pero esa es la forma como lo siento. Afectuosamente, Smittty".
Ahí se quedó, más o menos, el asunto por el momento.
Como si todo esto no fuera suficientemente triste y doloroso, la salud de Anne Smith estaba empeorando. Casi ciega de cataratas, ya había sufrido tres operaciones para corregir la condición, pero entonces no quiso ya más cirugía.
Todo reclamaba la atenicón de Bill. La Primera Convención Internacional se efecturía en Cleveland en julio de 1950. Ya se había hecho
convenciones regionales y estatales, pero la posibilidad de una convención internacional había surgido inicialmente en una carta de junio de 1949, de un miembro de Houston a la oficina de Nueva York. La respuesta de Bill apoyó la idea sin comprometerse a que Houston fuera la sede. No había cuerpo representativo para aprobar o rechazar esa proposición, expresó (Sin desaprovechar nunca la oportunidad de subrayar su putno) y sugirió la prudencia de no proponerla como una reunión "internacional", ya que ese título pod?ria sugerir que contaba con el apoyo de las oficinas centrales.
Pronto llegó a estar claro que Cleveland se podría utilizar como sede sin levantr protestas en ninvuna otra parte del país, ya que era un gran centro de A.a. y sólo estaba a 55 kilómetros de Akron, de manera que el Dr. Bob, ahora en las últimas etapas de su enfermedad, fuera capaz de presentarse. En 1947, experimentó su primera operación y en 1948 se le diagnosticó que tenía cáncer mortal.
Conforme se fueron juntando planes para la convención, Earl, T., fundador del grupo de Chicago, sugirió que los "Doce Puntos para Asegurar nuestro futro", se beneficiarían por la revisión y al ser abreviados. En 19049, Bill se puso a hacer esto, a tiempo para el acontecimiento de Cleveland y, por supuesto, nunca abnaodnó su idea de una conferencia de servicios generales; de su fértil cerebrocontinauron volando memorándums a los depositarios y cartas al Dr. Bob.
El 24 de mayo de 1949, a invitaicón del Dr. Kirby Collier de Rochestar, entre los psiquiatras uno de los primeros admiradores de A.A., Bill fue a partcipar a un simposio de alcoholismo presentándose ante la Asociación Psiquiátrica Estadounidense reunida en Monteral. Un número de los miembros de ésta se mostró poco entusiasta de que les dirigiera la palabra un no profesional. Acerca de esto, a Bill le gustaba narra una anécdota sobre él mismo: Después de su plática, uno que había sido presidente de la Asociación había declarado que "aparte de los pocos A.As. presentes en la sala y de mí mismo, no creo que ninguno de mis colegas creyera una sola palabra de su explicación". Cuando Bill mostró sorpresa ante esto, mencionó cuántos aplausos había recibido, el hombre respondió: "Buano, Sr. Wilson, ustedes los A.As. tiene cien mil recuperaciones y los que estamos en la profeisón psiquiátrica sólo unas pocas. Aplaudieron los resultados, mucho más que el mensaje". (El éngasis es de Bill).
El 1º. de junio, escasamente una semana después de la plática de Bill en Montreal, murió Anne, la esposa del Dr. Bob.
Las emociones de Bill deben haber sido virtualmente una montaña rusa. Todavía estaba viendo a un psiquiatra, que ahora era un doctor llamado Frances Weekes. Lo veía una vez a la semana, los viernes, y los sábados a Monseñor Sheen para la intrucción católica. De la ayuda que el psiquiatra le estaba dando, escribió a un amigo:
"Su tesis es que mi posición en A.a. ha llegado a ser muy inconsistente con mis necesidades como individuo. con lo altamente satisfactorio que es vivir la vida de uno para los demás, esto no puede más que ser desastroso si se hace como aquellos otros piensan que se debe vivir. Para mejor o peor, uno tiene que escoger su propia vida. El grado hasta el que el movimiento de A.A. y los individuos que están en él, determinan mis elecciones, es realmente asombroso. No desarrollan todas sus posibilidades las cosas que son primarias para mí, incluso para el bien de A.A.; de contínuo soy desviado a actividades secundarias e, incluso, inútiles por A.As. cuyas demandas a ellos les parecen primarias, pero que en realidad no lo son, y a?si tenemos a la persona del Sr. Anónimo en conflicto con Bill Wilson. Para mí, éestoes más que una especulación iteresante, es buen sentido común".
Para indicar algunas otras clases de demandas que de ordinario se ha?cian a Bill, he aquí un apunt de del diario de Lois, que no dejaba de ser característico:
"Bill, Helen y Eb se fueron a la ciudad. Bill salió diciendo que si alguien iba a verlo con otro problema, gritaría. Poco después que se fueron, dot [la hermana de Bill], llamó por teléfono diciendo que ha?bia recbido la carta más horrible de su madre, quien había dicho que, en el núemro de marzo del Grapevine, de?cia que íbamos en camino hacia ahí (lo cual no fue así), que no se lo habíamos dicho, que había pedido prestados 75,000 dólares, etc. Dot dijo que volaría inmediatamente ya que temía ocurriera un suicidio. Bill movió influencias y le consiguó una reservación en avión para las 2:30. Perdió el tren hacia N. Y. y Kitty la llevó en coche hasta allá. Cada uno estaba llamando pro teléfono a todos los demás; yo envié un telegrama a Freddy B. acerca de mamá. Dot debía llegar a Los Angeles en 12 horas. Helen vino a casa y Zerelda pasó otra vez la noche ahí. Bill se las ingenió para ir a dejar a Dot al avión y fue por Silbley a Bellevue y después al High Watch Farm".
La gente sentía en Bill una fortaleza y una calidad más larga que la vida; era a él a quien recurrían - familia, amigos, A.As. - para auxilio emocional, físico y espiritual. No sólo estaba siempre dispuesto y era incapaz de rehusarlos, sino que se salía de sus hábitos para ofrecer su ayuda a toda clase de gente: uno que fue depositario no alcohólico y que había caído en tiempos difíciles; Mark Whalon, su amigo de la infancia en East Dorset, que estaba enfermo y necesitaba apoyo; Sue, la hija del Dr. Bob, que estaba teniendo problemas emocionales. Durante los últimos años de la vida de Gilman, Bill le mandó cheques con regularidad. Invitó a vivir en Stepping Stones a su medio hermana Helen; se aseguró que su hermana Dorothy tuviera ayuda (la lle?vo con el Dr. Tiebout) cuando, a mitad de la vida, tuvo una crisis emocional. Conser?vo una vigilancia constante sobre su madre que estaba en San Diego y en sus últimos años, insistió en que se fuera a vivir al Este y, por supuesto, ahí estaba Ebby.
El coportameitno de Bill hacia Ebby - inlcuso dada su naturaleza generosa y su deuda de gratitud con el hombre al que llamaba su padrino - fue más allá de la comprensión de muchos de sus amigos. Sencillamente Bill no podía hacer lo suficiente por Ebby; esto, dado el hecho de que Ebby, después de que el dinero de su familia se ha?bia terminado, ?solo podía hacer muy poco por sí mismo, significó que Bill se encargó por él de las principales responsabilidades, hasta que murió - sobrio - en 1966.
Además de todo esto, Bill sostuvo una cadena sin fin de correspondencia con docenas de escritores de cartas que se comunicaban semanalmente con él, pidiéndole su asesoramiento y consejo en toda clase de problemas: alcoholismo, depresión, esquizofrenia, cólera, fe, ninguna fe, problemas de todos los días.
A pesar de todas las distracciones, permaneció constante el enfoque de Bill en consturir una estructura de servicio para A.A., empezando en 1945 y continuando hasta 1967, cuando finalmente se compeltó la última pieza del proceso. Estaba determinado a liberar de sus padres - él mismo y el Dr. Bob - a Alcohólicos Anónimos y a vincular a los depositarios una mayor responsaiblidad para el movimiento de A.A.
Pero Bill no había contado con los sentimietnos de los miembros, que no veían la necesidad de esa separación ni de la vinculación. La mayor parte de ellos querían que Bill, su líder, continuara guándolos. En disputas entre el padre y el hijo,por lo general es éste quien desea la independencai y el padre el que queire retenerlo; pero, aquí, la verdad er lo oputesto. A.A. estaba creciendo y ahora era realmente internacional, ya que había tanto grupos como solitarios en el Reino Unido, Europa Occidental y en todo el mundo y, mientras más cre?cia Alcohólicos Anónimos, en cierto sentido más se agarraba a los pantalones de Bill.
Lo más irónico de esta situación extraordinari fue el hecho de que Bill y el Dr. Bob ya no podían ahora permitirse a sí mismos practicar su propioprograma y mantener su recuperaicón. El bastión del anoinmato, ese lugar seguro en el que cualquier borracho podía sentarse y permanecer tranquilamente retirado, ser sanado y ser en verdad anónimo, no estaba disponible para Bill, ya que le era virtualemte imposible asistir a una junta de A.A. como un miembro regular. A dondequiera que iba, tarde o temprano lo idenficaban, lo llamaban yle pedían los guiara. Mirando más de cerca de los detalles de la vida diaria de Bill, uno se da cuenta que estaba en un proceso constante de vaciarse a sí mismo mediante el servicio a otros y que tenía poca oportunidad de reponer sus ener?gia, ni siquiera de beneficiarse con las juntas.
El 11 de mayo de 1950, alrededor de tres meses antes de la Convención de Cleveland, Bill y Lois se fueron a Europa, específicamente a visitar A.a. en Europa. En una cata que Bill escribió desde Dublin al Dr. Bob, se lee en parte:
"Todavía no hace siete semanas que nos vinimos y en Noruega hemos vistado cuatro cuidades, tres en Suecia, una en Dinamerca, dos en Holanda, al igual que París, Londres y ahora Dublin, en Irlanda.
Tanto Lois como yo deseamos, Smitty, que pudieras haber visto y sentido lo que nosotros en este viaje. No necesitamos decirte que Alcohólicos Anónimos ha llegado a Europa para quedarse. Con su facilidad habitual, está derribando las barreras de la raza, credo, lenguaje y costumbres. sin mucha literatura de A.A., se está hacienod un gran trabajo, que recuerda fuertemente el de neustros tiempos de pioneros en Akron, Cleveland y Nueva Yord; aunque ellos tienen la ventaja de nuestros antecedentes de éxtio, los grupos se incician bajo circunstancia smuy diferentes a como emppiezan a funcionar allá los neuvos grupos. Como nosotros en los primeros tiempos, no pueden considerar nada como garantizado. El público todavía sabe poco respecto a ellos; los clérigos y los doctores, con unas pocas excepciones, toda?via dudan. Se encolerizan con los debates comunes sobre si Dios hizo al hombre o éste hizo a Dios. Temen toda clase de calamidades que tú y yo sabemos que no sucederán y, con toda, siguen adelante. Nos hacen volver a vivir viejos tiempos".
a la próxima celebración del XV aniversario de A.A., Bill la llamó fiesta de la "llegada a la mayoría de edad" de A.A., aunque en ésta generalmente se cree que "llegó a la mayoría de edad" cinco años después, en St. Louis, pero como era costumbre, el horario inteiro de Bill estaba cinco años adelantado respecto al de los demás.
La Convención de Cleveland fue un acontecimiento memorable, principalmente porque estableció el precedente para futuras Convenciones Internacionales. Desde entonces, se han efectuado cada cinco años en una ciudad pricipal de América del Norte y todo indica que continuará esta práctica. Fue idea de Bill que cada convención debía tener un propósito específico y en las dos rimeras lo hubo: La agenda pricnipal de Cleveland fue aceptar las Tradicioes y permitir al Dr. Bob decir adiós; la segunda, en St. Louis, marcaría la "llagada a la mayoría de edad" de A.A., cuando Bill entregaría A.A. a los miembros.
El viernes 28 de julio de 1950, se abrió la Primera convención Internacional, con una asistencia aproximada de 3,000. El registro fue de 1.50 dólares por persona. El fin de semana consistió en una serie de reuniones, efectuadas desde el viernes hasta el domingo en varios hoteles de Cleveland - el Carter, el Hollenden, el Cleveland - además de una reunión en el Music Hall. La tarde del sábado fue reservada para ofrecer las Doce Traciciones (la forma más breve y digerible de los "Doce Puntos para Asegurar Nuestro Futuro") a los miembros. Bill las presentó como un corolario natural a los Doce Pasos, representándolas como puntos necesarios para la unidad de la fraternidad.
En las dos páginas siguientes (FOTOS): La tranquila espiritualidad del Dr. Bob y el enfoque de "mantenerla sencilla", fueron complementos
ideales para la visión y los instintos promotores de Bill. Derecha: El humor, su manera de ser sencilla y a veces hasta sensiblera de Bill, fueron parte del magnetismo personal que los A.As. encontraron irresistible.
"Pidió una plena discusión de las Tradiciones, pero no hubo nadie que opinara", informó un miembro. "Después, al no haber comentarios, sugirió que de?biamos adoptarlas oficialmetne para A.A., mediante una votación, poniéndonos de pie. Todos nos levantamos en la pletórica sala. Bill Wilson expresó: 'Estas Tradiciones se adoptan ahora como parte de nuestra doctrina de A.A.' ". El apoyo a las Tradiciones fue unánime, debido a que su sentido fue bien comprendido y ampliamente aceptado.
El gran suceso del fin de semana fue la reuni?`on de la tarde del domingo. Efectuda en el auditorio de Cleveland, tuvo dos oradores, Bill y el Dr. Bob; la plática de éste fue la última que dio. Muchos en el auditorio sabían que ya no podía vivir mucho tiempo.
En el año transcurrido, desde la muerte de Anne, la salud del Dr. Bob se había ido deteriorando de una manera constante, pero con sus característicos estoicismos y fe, aparentemetne aceptó esto sin miedo ni lástima de sí mismo. JHabía estado descansando con el fin de reservar sus fuerzas para la Convención y, al acercase la fecha, el Dr. Bob estaba terriblemetne débil, tanto que el día que iba a salir para Cleveland, le era difícil mantenerse sentado. Al S., un miembro de Nueva York y editor del grapevine, llevó en coche al Dr. Bob hasta Cleveland. "No creí que é lograría hacerlo", dijo Al.
Lo logró y dio su pla?tica. Alñgunos que estuvieron ahí recuerdan las oleadas de amor, que parecían darle a Bob energía para pronunciar su mensaje de despedida. Fue una plática breve. En parte, expresó:
"Siento una gran emoción al mirar un vasto océano de caras como éste, con una sensaicón de que quizá hace cierto número de años hice una pequeña cosa que jugó una parte infinitamente pequeña para hacer psobile esta reunión . . .
Hay dos o tres cosas que relampaguean en mi mente sobre las cuales sería conveniente hacer un poco de énfasis. Una es la sencillez de nuestro programa; no lo desquiciemos con conceptos freudianos y cosas que son interesantes para la mente científica, pero tienen poco que ver con nuetro trabajo real en A.A. Nuestros Doce Pasos, reducidos hasta lo último, se resuelven ellos mismos en las palabras 'amor' y 'servicio'.
Comprendmeos lo que es el amor, y comprendemos lo que es el servicio. Así que conservemos en mente estas dos cosas".
Pocos minutos depués, el Dr. Bob dejó el auditorio. Después de su salida Bill dio su plática, que duró una hora. Al S. recordó que a su regreso a
Akron el Dr. Bob estaba tan agotado que Al temió que no fuera capaz de completar el viaje.
Alrededor de tres meses después de la Convención, en un domingo a principios de noviembre, Bill salió de Akron. Aunque el Dr. Bob estaba muy enfermo, todavía se mantenía en pie. Bill recordó: "me di cuenta de que debía presionarlo para que diera su consentimiento a la conferencia".
Bill, con su extraordinaria persuasión, especificó a su cofundador que si ellos dos no ha?cian nada, en años posteriores su silencio se intepretaría como aprobaicón del estado de las cosas. "Aventuó la idea" de que deberían intentar la conferencia; si era un fracaso, siempre podrían cancelarla, no estaban encerrados en nada.
De esta manera Bill volvió a vivir posteriormente su "lanzamiento": "Los delegados del moviemitno, pod?rian venir a Nueva York y ver cómo estaban en realidad los asuntos de A.A. Entonces pod?rian decidir si aceptaban la responsabilidad o no lo ha?cian. Eso lo haría una decisión del movimiento, en vez de tomarla en silencio por el Dr. Bob y por mí.
Continuó reflexionando y esperé. Finalmetne levantó la mirada y expresó: Bill tiene que ser una decisión de A.A., no nuestra. Citemos a esa conferencia. Está muy bien por mi parte' ".
Por fin, Bill tneía el consetimiento de su socio.
Pocas horas después, se despidió Bill: "Bajé la escalera y luego me volví para mirarle. Bob estaba de pie en el quicio de la puerta, alto y erguido como siempre . . . Este era mi socio, el hombre con el que nunca había tneido una palabra dura. Cuando dijo adíos casi bromeando, todavía estaba en su cara la maravillosa y amplia sonrisa: 'Recuerda, Bill, no desquiciemos esta cosa, ¡mantengámosla sencilla!' Volví la cara, incapaz de decir una palabra. Esa fue la última vez que lo vi".
El Dr. Bob murió a medio día del jueves siguiente, 16 de noviembre; de acuerdo a sus deseos, ninguna señal o monumento fuera de lo común adorna su tumba. En el cementerio de Mount Peace, en Akron, una simple losa identifica al Dr. Bob Smith y a su esposa Anne.
viernes, 23 de abril de 2010
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